Cuando alguien suelta «Yo no soy racista, pero...» cabe esperar cualquier cosa. La frase puede abrir la puerta a un crescendo de conceptos que vayan de lo aceptado por la mayoría a lo absolutamente inquietante. Su-

biendo niveles, como en un videojuego, hallaríamos el «que vengan, pero con papeles», «por desgracia, no cabemos todos», «acaparan los subsidios», «se han hecho los amos de la calle», «nos quitan el trabajo», «no son como nosotros», «hacen cosas inaceptables», «acabaremos todos rezando hacia la Meca», y finalmente, «nos van a echar de nuestras casas», frase aderezada con referencias a los planes yihadistas para reconquistar al-Ándalus.

Plataforma per Catalunya (PxC), el partido de Josep Anglada acusado reiteradamente de xenofobia, afirma que solo pretende un verdadero control de la inmigración. Y como este puede parecer un objetivo deseable, en las últimas elecciones se apuntaron como candidatos, y salieron elegidos, al menos tres concejales con pareja inmigrante. En Salt (Gerona), la concejal Juana Dolores Martínez convive con un camerunés y el concejal Carles Bonet con un dominicano. En Manresa, la compañera del regidor Sebastià Llort es brasileña. Los problemas empezaron cuando Martínez quiso contraer matrimonio con su pareja y empezó a recibir, según su relato, presiones insoportables de los correligionarios, que llegaron al insulto y a la amenaza, para que dejara el escaño. Al principio, Carles Bonet defendió al partido, pero pronto cambió de opinión. Martínez afirmó por fin que «no es cierto que solo persigan la inmigración ilegal, lo que quieren es echar a todos los inmigrantes». A buenas horas se cayó del guindo. Ambos se han dado de baja. Llort, por su parte, afirma no tener problemas. Claro que Brasil es casi primer mundo...

El mensaje hacia fuera de Anglada se resumen en el eslogan «primero los de casa», que no dista mucho de lo que decían bastantes candidatos de otros partidos. Pero PxC es un partido centrado en este único asunto; para él, la inmigración no es un problema sino ‘el’ problema, y su público son quienes piensen lo mismo. Las imágenes de un acto en Vic permitió a todo el país ver como Anglada reducía todos los males a uno solo: la presencia perturbadora del Islam entre nosotros. ¿Cuadra esto con las parejas mixtas? Cuadra hasta que se descuadra, como en Salt, un municipio con un 40% de población extranjera, que padeció disturbios similares a los de la balieue francesa, y donde la desconfianza entre comunidades está a flor de piel? Martínez ha comprobado en sus carnes que la xenofobia no es un planteamiento intelectual, sino algo visceral, que no deja espacio a la reflexión y que constituye, en cambio, un campo abonado a la demagogia y al odio.