En verano se multiplican las ofertas de ocio por infinitas posibilidades. Para todos los gustos y bolsillos, para todas las edades, para todas las circunstancias habidas y por haber. Juegos, excursiones, fiestas populares, viajes, salidas culturales, cine, teatro, deportes y un largo etcétera por tierra, mar y aire. La ley de la oferta y la demanda queda al libre albedrío de cada cual, pero nunca llueve… ya saben, somos así, queremos lo que no tenemos y, generalmente, no apreciamos ni agradecemos cuanto está a nuestro alcance. Suele ocurrir que quien aprovecha bien su tiempo de trabajo sabe sacar partido a su tiempo libre. ¿Cuestión de orden? El hábito sigue sin hacer al monje pero indudablemente ayuda a reconocerlo. Cada cosa a su tiempo se convierte así en tener siempre cosas que hacer, se traduce en ilusión por vivir.

Las vacaciones son en realidad un cambio de actividad para descansar y retomar el día a día con fuerzas renovadas. Sin embargo no son pocos los que tiene vacaciones forzosas (paro, enfermedad, EREs, prejubilaciones y jubilaciones). La desesperación y el tedio, pueden hacer estragos si no tomamos perspectiva de nuestra vida para centrarnos en aquello que sí podemos hacer, tomar nota es sorprendernos gratamente de nuestras posibilidades.

De nuevo nos encontramos ante un caluroso verano, con un tiempo capaz de desaparecer, sin apenas dejar rastro, como el agua entre las manos, o bien un tiempo para disfrutar con familia y amigos, leer, hacer algo de deporte (andar es lo primero) y enmarcar el tesoro del tiempo en tramos de felicidad, plenitud de vida en nuestra relación con Dios, los demás e incluso nosotros mismos. Tiempo de amar, tiempo de recoger lo sembrado, tiempo de reír y llorar, tiempo de volver a empezar no perdiendo la esperanza en el futuro en el que vamos invirtiendo todo nuestros ayeres a día de hoy para mañana. Es bueno, sí, tener siempre alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar para vivir ilusionados (palabras no textuales de Bernabé Tierno). Al calor del verano son muchas cosas (quizá demasiadas) las que arden ante nuestros ojos sin posibilidad de hacer nada. En una crisis tan profunda como la que estamos viviendo, es desmoralizante el despilfarro de muchos (políticos y no políticos). Arrieros somos… y cada cual tendrá su merecido.

Ahora ¡es tiempo de vacaciones! Tiempo de alegría y optimismo, de conquistar la felicidad, como dicen en mi pueblo, ‘a cosica hecha.’