Ya está en marcha la apuesta sanitaria del Gobierno regional. Mientras la mayoría de la gente mira hacia la trampa del copago, la sanidad murciana sigue su camino de gestionar de forma privada y corporativista los servicios públicos.

Y los primeros efectos colaterales de la gestión privada empiezan a hacer pupa, y de qué manera, en los bolsillos de los murcianos y murcianas. Para muestra, un botón: en los nuevos hospitales de Cartagena y Mar Menor, un usuario que deba estar media mañana en urgencias tendrá que abonar más de diez euros por aparcar. Esto no es copago; esto es directamente pago.

Aunque muchos hablan de Giscarmsa como empresa pública, hay que decir que dejó hace ya tiempo de ser así para convertirse en Sociedad Mercantil Regional, y que nadie dude de que de mantenerse esta situación, la apuesta final, lógica por otra parte, será la de gestionar y explotar al máximo los posibles beneficios que otorga esta situación. Esto tiene una pega: la calidad del servicio se verá mermada, y las condiciones laborales de los nuevos trabajadores serán muy inferiores a las actuales. Y, claro, lo que nadie se está preguntando es: si esta sociedad mercantil es la encargada del mantenimiento y explotación de los nuevos modelos sanitarios ¿qué hacemos con algunos de los empleados públicos que durante años han demostrado su capacidad y que están en Ronda de Levante, ya que mantenerlos de brazos cruzados no parece la mejor solución?

La apuesta de Giscarmsa por no tener personal no sanitario público es notorio y, en cierta forma entendible; nadie quiere tener en ‘su casa’ personal realizando las mismas funciones pero con sueldos y cobertura jurídica diferente, por eso no tengo la menor duda de que a la vuelta de unos pocos años será difícil localizar a empleados públicos que no sean del cuerpo médico o de enfermería, aunque también habrá que analizar detenidamente estos cuerpos cuando los futuros ‘médicos’ de la Universidad Católica comiencen a hacer sus prácticas en la sanidad pública.

El problema del párking es un disparate por sí solo. Quien planificó y elaboró el estudio para determinar el número de plazas necesarias debería asumir alguna responsabilidad. Hay otras cuestiones que no se andan a la zaga, y que los murcianos deberían conocer, ya que a pesar de la crisis y de los problemas financieros de la sanidad murciana, seguimos tirando el dinero en algunos aspectos.

Uno de los más sangrantes viene dado por la ropa utilizada por el personal sanitario y no sanitario. La ropa que sale de la empresa encargada de su limpieza y planchado llega con grandes deficiencias, y la solución que se ofrece es la más fácil, rápida y, por supuesto, cómoda: «Coja usted otra», se dice. El problema viene dado en que el Servicio Murciano de Salud (SMS) paga por kilos de ropa, así que nos encontramos con unos costes adicionales que muchos no entienden por qué tenemos que asumir los contribuyentes.

Tampoco es ajena a las críticas la nefasta situación del kátering, cuyas deficiencias pueden llegar a ocasionar situaciones que, si no fuera por la gravedad del asunto, algunos la calificarían de surrealistas. Se han llegado a detectar dietas que no corresponden con lo que el facultativo determina; incluso se han llegado a ver por los pasillos dietas frías, que algunos entienden por dietas normales, pero sacadas del congelador. Un disparate, pero no olvidemos que Murcia es No Typical.

Mientras todo esto ocurre, el más listo de la clase, Valcárcel, tiene a la oposición sumida en el debate del copago sí, copago no; encima, reúne a la Mesa por la Sanidad para buscar nuevas alternativas financieras, cuando el camino está ya preestablecido y de hecho ha empezado a andar, como por ejemplo, que el capital privado entre en la sociedad mercantil Giscarmsa es cuestión de tiempo, lo que supondría por otra parte un importante balón de oxígeno para las vacías arcas sanitarias. Pero igual de sorprendente resulta que el Sindicato Médico forme parte de esta pantomima de Mesa, cuando no es ni tan siquiera la primera fuerza sindical ni el único sindicato que tiene representación exclusivamente sanitaria. Esto huele a naftalina, corporativismo y mucha demagogia.