A algunos quizá les parezca exagerado lo que han hecho en Islandia: encarcelar a buena parte de sus banqueros y procesar a algunos de los responsables políticos de la gestión de la crisis. Esto puede parecer desproporcionado, sobre todo si giramos la mirada hacia estos lares y nos imaginamos, siquiera por un momento, a algunos de nuestros prebostes políticos y financieros en la misma tesitura que sus colegas islandeses. Pero echemos un vistazo a la secuencia de acontecimientos, arrancando desde 2008, que nos han conducido al drama en que nos encontramos, sobre todo en casos como el de Grecia. Como se ha dicho hasta la saciedad, todo comenzó con una orgía especulativa que afectó a las finanzas y a los inmuebles. Los responsables y beneficiarios de ese festín tienen nombres y apellidos, por mucho que los escondan y se escondan bajo el subterfugio de 'mercados'. Cuando reventó el tinglado, los Gobiernos, es decir, políticos también con nombres y apellidos, además de adscritos a siglas concretas, acudieron prestos a salvar al sistema financiero. Para ello detrajeron dinero de la inversión pública y del gasto social: no se podía, dijeron, dejar caer a los bancos, ya que todo el entramado social se derrumbaría. Mientras se restablecían los balances bancarios, la gente comenzó a sufrir la consecuencias de los recortes, así como el conjunto de la economía al comprimirse la demanda. Pero resulta que los banqueros y especuladores le habían cogido el gusto a la cosa de llevarse una buena tajada del gasto público, por otra parte única manera de seguir haciendo negocio a la vista de cómo estaba el panorama en lo tocante a la demanda de crédito.

Así, se conchabaron con sus amigos de las agencias de calificación para atacar a los países, de manera que éstos, al ver rebajada su 'nota' para recibir préstamos, se veían obligados a subir los intereses de su deuda, destinando una parte creciente del presupuesto a retribuir a los prestamistas. El resultado era previsible: cada vez más recursos de los Gobiernos se emplea en pagar la deuda a los bancos salvados con dinero público. La escasez de dinero público para impulsar la economía hunde a ésta en la recesión, lo que hace que se recaude menos y el déficit se dispare, teniendo que volver a pedir prestado a los bancos, que exigen más recorte del presupuesto para garantizarse el cobro de los

intereses abusivos.

Y en esto llegan los políticos europeos y trazan planes de 'rescate', que básicamente consisten en que se da un dinero europeo y del FMI (es decir, de los contribuyentes) a los países para que éstos puedan seguir pagando lo que deben a los bancos, a cambio de nuevos y más duros planes de ajuste que colapsan la economía y que siguen engordando el déficit. Todos conocemos el resultado de los planes de 'rescate' de Grecia, Irlanda y Portugal, así como el de los ajustes en España para sortear nuestro propio 'rescate'. No hace falta tener ni la más mínima idea de economía para entender perfectamente que el proceso arriba descrito sólo conduce al desastre, mientras los 'mercados' se atiborran hasta la indecencia. Algunos tribunales, de hecho, ya han abierto causas contra las agencias de calificación por entender que existe una intención delictiva en la calificación que otorgan (en complicidad con los bancos) a los países.

La pregunta del millón es obvia: ¿cómo políticos expertos, asesorados por ejércitos de economistas formados en las mejores universidades, respaldan e impulsan unas políticas que arrastran a las naciones hacia el abismo? Quizá la respuesta la dan economistas como Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, cuando asegura que «esta clase [los financieros] es la que tiene acceso personal a los responsables políticos, muchos de los cuales pasan a trabajar para estas personas cuando salen del Gobierno».

Está claro: la política económica que imponen los 'mercados' es delictiva. Y los políticos responsables de su aplicación son cómplices

necesarios del delito perpetrado. ¿Dónde deberían estar buena parte de nuestros dirigentes políticos y los llamados 'mercados' con el Código Penal en la mano? Adivínenlo.