Parece lógico y así es: nacer, crecer y recibir educación en el seno de una familia, más tarde, llegada la edad escolar, el Estado ayuda y completa esa educación, colaborando, sin obviar ni olvidar que el primer derecho corresponde a los padres. Parece, pero ya casi nada es lo que parece y se conculcan derechos al arbitrio de confusas libertades que precisamente, anulan con total impunidad, la libertad personal y familiar. Es peligroso jugar —dando palos de ciego— con estas cosas. Con demasiada frecuencia se olvida que estamos en democracia, haciendo guiños a extrañas dictaduras de hoy que dejan en pañales a las de antes.

La familia es la base de la sociedad, la piedra angular (base —repito— de una cimentación) que no debería desechar nadie. En esta institución natural se aprende y emprende la vida humana. Existe en cada persona un aire de familia que le conforma a un determinado modo de ser y actuar, al mismo tiempo las diferentes familias enriquecen el pluralismo social, marcado también por la situación geográfica y política que junto a la economía y desarrollo cultural establecen modos y costumbres.

Ejerce una gran influencia la religión. El hombre, ser religioso por excelencia, se autodestruye cuando olvida a su Dios.

Nadie debería estar solo. Nos necesitamos unos a otros en las distintas etapas de la vida. La carencia de atención y cariño puede llevar a situaciones dramáticas: niños abandonados, adolescentes desorientados, familias desestructuradas, mayores solos… lejos de actitudes

pesimistas que a nada conducen hay que retomar los caminos perdidos por la prisa y el atropello de empeñarse en correr fuera de ellos.

Familia y educación es un binomio roto por el relativismo imperante. Volver a trazar esa escala de valores que ayuda a mantener el equilibrio es condición sine qua non para salir de una crisis mucho peor que la económica. De nada sirven las lamentaciones inútiles ante hechos consumados. Muy triste y cruel el múltiple asesinato cometido en un colegio de Rio de Janeiro por un antiguo alumno ¿Enfermo? ¿Abandonado? ¿Solo frente al ordenador? ¿Fanático y extremista?...

Hay situaciones y episodios de violencias impredecibles e imprevisibles, pero algo está fallando en esta aldea global tan cercana y extraña al mismo tiempo. Familia y educación, dos valores en alza por los que tenemos que volver a apostar a nivel personal e institucional.

El desarrollo de la Humanidad tiene en la familia y en la educación su piedra angular.