Alguien me preguntó, hace unos días, si íbamos a seguir con las movilizaciones contra el tijeretazo, como se conoce a la Ley 5/2010 de ´medidas extraordinarias´ que aprobó el Parlamento regional a iniciativa del Gobierno. Parecía no entender que se continuara con la protesta ya que algunos de los sindicatos presentes en la Comunidad Autónoma habían aceptado el recorte, después de que el Gobierno regional se viera forzado a suavizar las medidas de la ley. El presidente Valcárcel, que había afirmado con rotundidad que lo aprobado en diciembre era totalmente necesario e inamovible, se vio obligado a tragarse sus palabras para hacer medianamente explicable, ante el personal empleado público, el apoyo de las organizaciones que le son afines. Y eso, además de la necesidad de las reivindicaciones, ya demuestra la eficacia de las movilizaciones y justifica la necesidad de seguir manteniéndolas.

Pero quedarnos sólo en la Ley de Medidas Extraordinarias y sólo en la Región murciana, no ayudaría a entender la importancia de seguir resistiendo, como nos pide el entrañable Stéphane Hessel en su pequeño manifiesto Indignaos. En poco tiempo hemos pasado de la certeza de que debíamos regular unos mercados que nos llevaron a la crisis financiera mundial, provocada por el ansia de riqueza y la ausencia de un mínimo de responsabilidad de ejecutivos de la banca y fondos de inversión, a ver como se nos imponen los mismos dogmas liberales que nos llevaron a la ruina. Los ataques no vienen, pues, sólo desde un ámbito o desde un Gobierno. Las agresiones son muchas y nos llegan, bajo el mismo discurso de fondo, en formas diversas que se refuerzan mutuamente dándose credibilidad y supuesto carácter objetivo a lo que no es más que interés de una parte. Unos se enriquecen sin medida; otros se ven desahuciados de sus casas.

El Gobierno del Estado, con su presidente a la cabeza, José Luis Rodríguez Zapatero, de forma diligente se ha puesto al servicio del caballo ganador: los mercados y todos sus voceros. Nos impuso la reforma laboral, abaratando el despido. Con la jubilación, nos ha dificultado el acceso a unas pensiones que serán aún más insuficientes. Ahora está inmerso en la reforma de la negociación colectiva, que pretende dejar sola a cada persona trabajadora frente a su empresa, como si estuvieran en igualdad de condiciones. Cada vez más, en lugar de fijarnos en los supuestos principios socialdemócratas de su programa de Gobierno, hemos de mirar lo que dicen los dirigentes de las grandes empresas y bancos para saber qué va a decidir. Para saber quién manda aquí.

Por su parte, Ramón Luis Valcárcel, adalid de los principios liberales y de la brillante oratoria, nos ofreció el lunes pasado una perla sobre su sentido de lo público. Insistiendo en su intervención en el Foro de Abc, en Madrid, en la idea de la insostenibilidad del sistema público. Proponiendo, como remedio al desequilibrio presupuestario de las Administraciones públicas que las personas usuarias paguen parte de su coste de forma directa. Ya no sirve aquello de que toda la sociedad paga, en función de su capacidad económica, y que toda la población disfruta, en pie de igualdad, de los servicios públicos básicos de forma gratuita.

Para nuestro presidente regional cada cual tendrá que pagar, no según su renta en forma de impuestos, sino según su estado de salud, los servicios sanitarios. Y lo mismo sucederá con la educación, esta vez en función del número de hijos e hijas y, quizás, también en función de sus necesidades educativas. Las propuestas en materia impositiva y la mala gestión de los recursos públicos se unen a declaraciones como las hechas esta semana, para llevarnos a concluir que vienen malos tiempos para lo social en nuestra Región.

Se mire como se mire, todas las propuestas que nos llegan desde los oráculos piden lo mismo: más libertad de acción para los que más tienen para permitirles asegurar y aumentar sus beneficios sin pedirles ninguna responsabilidad social ante sus actos. No entienden otra manera de salir del atolladero aunque eso lleve a la mayoría de la población a estar cada vez más hundida. Así que, aunque no sea por placer, hemos de seguir.

Seguir contra el recorte de los derechos sociales con los que amenaza Valcárcel, seguir contra el retroceso en derechos laborales y el recorte de las pensiones que nos ha impuesto Zapatero, seguir contra la intención de posibilitar negocios privados con lo que debieran ser servicios públicos, seguir defendiendo el poder democrático frente a las imposiciones de organismos liberalizadores internacionales, grandes capitales o agencias de rating. Seguir luchando por mejorar las condiciones de vida y trabajo de las personas. Seguir para dejar un mundo mejor que el que nos dejaron, con más derechos, más libertades colectivas y más garantía de una buena vida.

Aunque sólo sea por si mañana alguien nos pregunta qué hicimos, poder mirarle a los ojos y contestar.