Están empezando a publicarse en los diarios nacionales una serie de reportajes que abordan el tema del mercado de materias primas, que por si se los han perdido les diré que anda batiendo récords por doquier: de especulación, de precios (el trigo ha subido un 80%, el maíz un 60%), de obscenidad y de rapiña. Son muchos los países al borde de la catástrofe alimentaria y el asunto está detrás del inicio de las revueltas en Túnez y en Egipto (no, amigos, no fue Facebook). El Goldman Sachs Commodity Index va por la estratosfera, gracias. Basta un incidente aislado, como por ejemplo la ola de incendios en Rusia en el verano de 2010, para que masivas cantidades de dinero aparezcan como caídas del cielo para apostar en el mercado de futuros sobre el precio del trigo y del maíz. Y están ganando. A lo bestia. Lo que significa que hay alguien que está perdiendo.

Según el experto en este tipo de inversiones Francisco López Ollés (Público, 07/03), el origen de la burbuja hay que buscarlo en las políticas monetarias que tratan de hacer frente a la crisis en Occidente: los tipos son tan bajos y hay tanto dinero en circulación que se hace necesario buscar la rentabilidad en alguna parte, colocándolo en estos fondos. Por si a alguien le quedaba alguna duda sobre la absoluta inutilidad de las políticas económicas de corte monetarista, o sobre la naturaleza congénitamente dañina del capitalismo postindustrial, basado en la volatilidad financiera. Por si alguien sigue pensando que la libre circulación de capitales se inventó para que fluyeran solos a una cuenta de Cruz Roja.

En medio del tsunami de privatizaciones, rescates de empresas privadas, desregulación, recorte de derechos de los trabajadores y ataques especulativos contra Estados soberanos, todo ello justificado con el fantasma de la crisis y el paro, no somos ni uno ni dos los que relacionamos el paro, la inestabilidad y la precariedad precisamente con ese tipo de medidas, y apostamos no ya por marcar una clara línea roja que impida más agresiones contra el Estado del Bienestar, sino por pasar al contraataque e imponer nuestras condiciones en el mundo financiero.

Por seguir hablando del problema de las materias primas: es urgente crear un estatus especial para el grano que impida que constituya la base de ciertos productos financieros, y que lo proteja de las prácticas monopolísticas de los cuatro gigantes comercializadores (Archer Daniels Midland, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus). Además, se hace necesario tasar estas operaciones especulativas para crear un fondo de acción rápida que mitigue las hambrunas de que son responsables. También es hora de eliminar los paraísos fiscales en que acaban los ingentes beneficios de estas inversiones. Por último, es imprescindible aliviar la creciente dependencia alimentaria que nos ata a unas pocas especies vegetales producidas masivamente y distribuidas a escala global, y ello mediante el fomento de la agricultura y consumo de variedades locales. Porque con la dependencia energética ya tenemos bastante ¿no?

Para mí, la burbuja del trigo es el ejemplo perfecto para ilustrar muchas cosas: que las sociedades están obligadas a defenderse de esta fuente de agresiones, por un lado; que atajar la crisis con desregulación es como apagar un fuego con gasolina, por otro; que el sector financiero nos está exigiendo (a través de las agencias de rating, por ejemplo) sacrificios laborales y recortes de derechos mientras hace flotar inmensas cantidades de capital por encima de las legislaciones nacionales, y por tanto por encima de la obligación de pagar impuestos, al modo de un malabarista que hace chistes a lo largo de su número, por otro; que esas promesas de estabilidad y pleno empleo con que nos exigen que miremos hacia otro lado mientras los dejamos hacer no se van a materializar invirtiendo a cinco años contra el precio del maíz en la bolsa de materias primas de Chicago, por otro; y que la ciudadanía ni es tonta ni incapaz de cambiar las cosas, valgan Túnez y Egipto, pero también Wisconsin o la Gran Vía de Murcia como ejemplos, por último.