La firma del Pacto (Anti)Social donde se plasma la reforma de las pensiones, que ha supuesto un giro más en la pérdida de derechos económicos y sociales de la clase obrera, por parte de los dos sindicatos mayoritarios, UGT y CC OO, plantea de nuevo la misión de los sindicatos en una sociedad donde los amos del mundo quieren empobrecer para seguir ganando dinero sin oposición ni movilizaciones. La firma del ´pensionazo´ por estos dos sindicatos mayoritarios nos ha supuesto un desgarro profundo y como me decía un amigo de CC OO, «se me ha ´partío´ el corazón».

En los años 70, los sindicatos mayoritarios optaron por aceptar el sistema capitalista como el más viable y, por tanto, el único viable. La estrategia sindical pasó a intentar mejorar las condiciones de trabajo a través de los convenios colectivos. El paso del tiempo ha supuesto en esta estrategia un giro radical. De conseguir mayores cotas de derechos sociales y económicos a ralentizar las pérdidas de estos derechos, argumentando la pérdida de esa capacidad de movilización de la clase obrera.

Utilizando el título del libro de Jacques Gaillot (obispo francés postergado por la Santa Sede por defender a los más excluidos de su diócesis), «una Iglesia que no sirve, no sirve para nada», voy a expresar rasgos que me parecen fundamentales y constitutivos de la vida sindical.

Un sindicalismo que no cree en las clases obreras como motor de cambio de la sociedad es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que no tiene como bandera la utopía y la justicia universal es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo basado en estructuras tecnificadas, burocratizadas y alejadas de los sectores más débiles y pobres es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que se siente incómodo en sus filas con gente combativa y luchadora es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que prefiere la comodidad y la seguridad de los despachos y de las mesas de negociaciones y rehúye de la confrontación, la movilización en la calle es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que desconfía de la capacidad de lucha y entrega de la clase trabajadora es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que no lucha por los trabajadores en otros países es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que no lucha contra el capitalismo y el neoliberalismo es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que no sabe sobreponerse a los fracasos es un sindicalismo que no sirve para nada.

Un sindicalismo que contribuye a dejarnos sin futuro ni esperanza es un sindicalismo que no sirve para nada.

En España se consiguió la democracia porque partidos políticos, sindicatos, movimientos, asociaciones y personas en general creyeron en la libertad y porque creyeron en la libertad no negociaron, no se conformaron con pequeñas reformas y menos aún reformas que consolidaran la dictadura de Franco. Muchos sindicalistas sufrieron cárcel, torturas… No sabían el resultado de sus luchas y sufrimientos, pero lucharon por la libertad porque creyeron en ella y en el pueblo.

Tal vez la pregunta que debería responder el sindicalismo es si realmente creemos en la justicia y en el movimiento obrero.