Cuando escribí mis dos primeros artículos sobre el conflicto entre Coec y Croem di las claves tanto del porqué se producía como para un posible arreglo del contencioso. Eran tan simples como obvias. Por supuesto, no se tuvieron en cuenta ya que no existía voluntad de solución por parte de quienes habrían de adoptarlas, que era la parte que había provocado el problema unilateralmente. Tan sólo quedaban, pues, dos caminos, unidad o separación, y una sola esperanza: que tras la tormenta sobreviniera la cordura y un poco de buen criterio.

En ese punto, se abrieron varias posibilidades con distintos intentos de mediación a cargo de relevantes personas con responsabilidades en ambos organismos, que aportaron su buena voluntad en reunir, si no pegar, las partes rotas. Pero todos fueron abortados por la negativa de la misma parte que, por otro lado, lanzaba mensajes contrarios de unidad en los medios de comunicación. La confusión en la opinión pública estaba servida. Por un lado, se hacían declaraciones de puertas abiertas que, en privado, se torpedeaban sistemáticamente. Por lo tanto, esos dos caminos de mis columnas precedentes, escisión o continuidad, seguían siendo objeto de debate interno, con partidarios definidos de ambas posturas.

No negaré que yo me confieso desde un principio defensor de la continuidad de Coec en Croem, si bien que desde la opción crítica, cuestionadora y reivindicativa. La que se ha venido en llamar mosca cojonera. Y todo a pesar de las continuas y ya llego a pensar que estudiadas provocaciones de un lado, e inmedidas por involuntarias indiscreciones por otro. El sector más moderado logró aventurar, con la mejor intención del menos moderado en sumarse a la decisión, un último, y ya quizá que definitivo, intento. Había que quemar las naves. Así que se envió una invitación formal de presidente a presidente para una reunión abierta al diálogo y a reconducir la situación. Borrón y cuenta nueva… Y que Dios reparta suertes.

Pero no. Tampoco. La contestación, inmediata además (se pensó muy poco, salvo que ya se tuviese pensado), fue en extremo elocuente: no habrá tal reunión hasta que los órganos directivos de Coec no decidan la continuidad en Croem. Resulta absurdo no ver, o no querer ver, que tal ofrecimiento supone en sí mismo y por sí mismo una voluntad de arreglo y, por ende, de no escisión. Pero se optó por rebotarla con una humillación tan innecesaria como indigna exigiendo el acta de rendición incondicional previa. Da la sensación, o al menos así me lo parece a mí, que es Croem la que tiene un gran interés en que Coec tome la puerta de salida. Y la está empujando desesperadamente a ello. La está invitando sin contemplaciones a marcharse.

Quizá peque de simplista si pienso que prefieren desde Murcia tener fuera a un importante sector empresarial de esta Región a tenerlo dentro en plan cuestionador y contestativo. Quizá se tema que Coec pueda abrir una vía desde dentro que fuerce una nueva concepción de Croem, más abierta y participativa, menos endogámica y esclerótica, no sé… Quizá para lograrlo, sea ocupar la casa del incómodo, y establecer un clon de Croem versus Cartagena esgrimiendo una bandera constitucional dudosamente defendida y claramente usurpada. Quizá sean otros los motivos y estén ocultos. Y por eso escapan a mi ignorancia y digo estas barbaridades. Pero no se me escapa la tremenda responsabilidad de la que habrán de dar cuenta algún día los que están permitiendo, o ejecutando, la división empresarial regional desde un plan que hasta parece

pre-establecido.

Como no entiendo la torticera oferta de diálogo a una formación política local mientras se le niega sistemáticamente a sus homónimos, los

empresarios. Como no comprendo el deseo de constituirse en paloma de la paz entre Psoe y PP mientras, por otro lado, se mantiene el

empeño de no acercar posturas en el arreglo de los graves asuntos internos de su propia casa.

No sé a qué intereses, más o menos espúreos, se creen, o se quieren, servir. No sé lo que ambas partes ganarán con la ruptura. Pero sí sé lo que perderán con ella: la unidad empresarial de toda una Región. La nuestra.

Ya todos sabemos el cómo y el porqué comenzó esta guerra. Pero ¿cómo acabará?