Hay un viejo proverbio (imagino que chino, como todos) que dice que «la lengua no tiene huesos, pero los rompe». Y yo añadiría algo más: últimamente también afecta al bolsillo. Algo paradójico es que los empleados públicos se aprieten el cinturón, como muchas otras personas, bajándoles incluso el sueldo, en tanto que el Senado se gasta un dinero traduciendo a españoles diversas lenguas de España.

Pero veamos un resumen de lo que es una lengua. El español es la lengua oficial nacional —reza la Constitución— y se utiliza en todo el territorio. Se llama también castellano porque al principio era también el idioma de Castilla. Ahora bien, es misma Constitución de 1978 estableció que a pesar de ser el castellano la lengua oficial del Estado, que todos tenemos el deber de conocerla y el derecho a usarla, existen también otras lenguas asimismo oficiales en las respectivas Comunidades autónomas, de acuerdo con sus Estatutos. Esto conforma un patrimonio cultural digno de especial respeto y protección. Y esos distintos idiomas son: el catalán (para Cataluña y Baleares), el euskera (para el País Vasco), el gallego (para Galicia), el valenciano (Comunidad Valenciana), y el aranés, que junto con el catalán y el castellano, es idioma oficial en el Valle de Arán. A todos ellos les debemos adicionar otros idiomas y dialectos que ya no son oficiales, como el andaluz, el extremeño, el murciano y el canario. Y eso sin contar el caló, o idioma, sin territorio, de los gitanos.

Y es que hay tantos tipos de lengua... Veamos: a) una lengua natural, étnica, materna, primera o nativa; b) otra, que es la construida o planificada o ideolengua; c) una tercera, que es la lengua auxiliar o auxilengua, como el inglés, el esperanto o la interlingua; d) la sagrada, para los ritos religiosos; e) la vehicular, o lengua franca, adoptada para el entendimiento común entre personas que no tienen la misma lengua materna; y f) las lenguas muertas, como el latín, el griego antiguo, el sánscrito o el egipcio clásico.

Ahora entenderán ustedes lo del Senado español ¿o no? Pero ¿hay dinero que justifique el gasto de 12.000 euros cada vez que el Senado

celebra un pleno y cada senador habla en su idioma, que es traducido simultáneamente para el resto de los senadores, que también son españoles? O dicho de otra manera: como la cultura no tiene precio, pues gastemos dinero en ella, que no importa. Sólo hay una pega: la cultura es mucho más que el lenguaje, cuando todos los oyentes entienden uno mismo, esto es, el castellano. A lo mejor sería interesante que ese mismo dinero se invirtiera en puestos de trabajo. Pero como esto puede sonar a demagogia, me conformo con que se invierta en otra forma de dar cultura, mejorando el sistema de enseñanza y educación en general.

En Derecho existe una figura muy típica, que es la prohibición del abuso del mismo. Ya sabemos que constitucionalmente tenemos todos el derecho a hablar en nuestro idioma, pero a lo mejor habría que recapacitar acerca de un denominado interés general o social, que siempre se encuentra por encima del particular. Si no, que se lo digan a todos aquellas que en su vida se han visto expropiados de sus propiedades en aras del interés común. ¿Podría considerarse un interés general el no gastar ese dinero cuando estamos como estamos? ¿O, simplemente, trata de un abuso de derecho?