Siempre que escribo un artículo lo releo con atención y cuidado para corregir lo necesario. A veces todo sale de un tirón; sin embargo otras, debido a los mil avatares de la vida, hay que tirar del disco duro de la memoria y la imaginación para redactar algo legible. Superar el reto del documento en blanco puede ser pan comido o gesta encomiable pero la revisión es una constante. Asunto distinto son las faltas de ortografía y erratas que se escapan y esconden hasta que adquieren dimensiones enormes cuando releo el artículo publicado. Así ocurre en la vida: vivimos e incluso nos esforzamos por ser coherentes, pero se nos escapan de las manos cosas inconcebibles. Cierta perspectiva y una reflexión serena nos hacen caer en la cuenta.

Rectificar es de sabios y en muchos casos volver a intentarlo de nuevo. En tiempo de crisis, ha dejado de ser una proeza saber que en la vida dos y dos no suman siempre cuatro porque casi siempre (valga la redundancia) hay déficit de comprensión. De cuando en cuando no está nada mal revisar nuestros sumandos para conseguir no sólo que nuestras cuentas cuadren sino encontrar el superávit de los demás. Vivimos en un mundo demasiado automatizado. Cierto que a golpe de clic muchas cosas funcionan de maravilla, pero necesitamos humanizar nuestra sociedad sin perdernos en letras y números que despersonalizan y confunden. No formamos parte de series ilimitadas en un mundo aparentemente feliz donde, constantemente, presenciamos faltas inconcebibles que van adquiriendo dimensiones enormes y desproporcionadas que trasgreden y anulan las relaciones más genuinas del ser humano. En realidad la vida es como un gran documento en blanco en el que hemos de poner atención y cuidado para corregir lo necesario.

A veces todo sale a pedir de boca, otras se convierte en gesta encomiable. Vivir es intentarlo cada día con todas nuestras fuerzas. Cierta perspectiva y una reflexión serena nos ayudarán a ver en qué tenemos que cambiar y descubrir lo que realmente es importante, en ello nos va la felicidad. Revisar nuestros parámetros y mejorar esa capacidad innata del ser humano para ser feliz consiguiendo la felicidad de los demás.

Sí, vuelvo a recordar que la felicidad se encontró en un hombre que no tenía camisa.

En tiempo de crisis, la pobreza no es sólo material. El mal de fondo es la ausencia de valores. Ha llegado el momento de descubrir lo que de verdad nos hace ser felices.

¿Cuestión de números y letras?... Habrá que revisar.