Sre ha abierto la veda, estimado lector, y la suerte de miles de funcionarios de la Región de Murcia está echada. A partir de ahora vamos a ser el sparring en un sórdido combate entre partidos políticos, Gobierno y sindicatos, con las elecciones municipales y autonómicas en el horizonte. De todos los intereses que entran en juego, de todas las voluntades que han decidido sumarse a esta fiesta de depredadores que luchan por la propia supervivencia, quienes menos importan son, sin duda, los empleados públicos, que no sólo asisten estupefactos al desarrollo de este esperpento regional y nacional, sino que están siendo utilizados por los hunos, los hotros y los de más hallá.

Somos la excusa perfecta para la demagogia de un Gobierno que no ha dudado en pegar el tajo a lo más fácil antes que poner límites a la juerga flamenca de una taifa que multiplica hasta la perversión el número de asesores, dedazos y prebendas varias, sin que nada ni nadie pueda obligarle a pisar de una maldita vez el freno. Somos la coartada de una oposición que sabe que el feudo del señor Valcárcel es poco menos que inexpugnable, y que, por eso, apuesta el todo por el todo y tiene la desvergüenza de ir a unas manifestaciones en contra de unas medidas ante las que, cuando fueron dictadas por el Gobierno central —al que no sólo le debe las siglas, sino la existencia—, calló como

sumisa hetaira, plena de fervoroso cinismo.

Somos el pretexto de unos sindicatos que, gracias a como está montado el tinglado de este régimen cocotero, no son más que la correa de transmisión de quienes les pagan, y que han entrado en este juego con las subvenciones y los liberados pendientes del mismo hilo legal del que se balancean las nóminas y la dignidad de los funcionarios.

Somos el blanco fácil de aquellos perros de presa mediáticos que ya desde el principio nos hicieron cabeza visible tanto de ese despilfarro taifal del que ellos mismos se nutren, como de la ideología política que dicen combatir y a la que, sin embargo, serían los primeros en rendir pleitesía si de ella dependiera su condumio.

Somos, en definitiva, el chivo expiatorio ante una sociedad que está hasta la madre de tanta ineficiencia, de tanto mamacallos redomado que anda por estos lares, pero que, por el contrario, parece conformarse con poco y no tiene empacho en tragarse las mentiras que el sueño de la razón política le planta a menudo delante de sus narices.

Por ello, a pesar de esta inmensa ciénaga donde suelen campar a sus anchas virus y bacterias de uno y otro signo, a pesar de que los

funcionarios hemos caído una vez más en la trampa del navajeo macarra de siempre, hemos de tener bien clara una cosa: los empleados públicos no debemos fidelidad a nadie, y mucho menos a los partidos o a los sindicatos que dicen representarnos. Frente a los verticales preceptos de la fidelidad a un ente superior, existe el canon de la lealtad a la sociedad. La fidelidad engendra súbditos; la lealtad, ciudadanos. Y, puesto que sabemos que el tijeretazo del Gobierno no sólo nos afectará a nosotros sino a la calidad de servicios públicos tan esenciales como la sanidad o la enseñanza, debemos ser capaces de dibujar un círculo de sal a nuestro alrededor, buscar cauces propios de reivindicación de nuestros derechos y seguir, por supuesto, en la lucha.

A estas horas, cuando escribo este artículo, aún no se sabe quiénes agredieron al consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, pero la mayoría de

los medios de comunicación dictaron ya sentencia ante la opinión pública al relacionar el brutal y execrable atentado con las manifestaciones contra el tijeretazo del Gobierno. Sin duda, la crispación tiene mucho que ver con esa agresión cobarde que sólo un miserable vacilaría en condenar, y es por eso que los empleados públicos debemos delimitar muy bien qué pertenece al agitprop político y qué a la protesta necesaria.

En efecto, la crispación tiene que ver con el hecho de que el señor Cruz se convierta así en el trágico símbolo de esta guerra de sargentos chusqueros, pero no guarda absolutamente ninguna relación con los médicos, los enfermeros, el personal de la Administración, los maestros y los profesores que llevamos manifestándonos desde hace ya casi un mes.