Como todos los años en la fiesta del Bautismo de Jesús, el Papa administró este sacramento a veintiún bebés, desde cuatro semanas hasta cuatro meses de edad, hijos de empleados del Vaticano. La ceremonia —amenizada lógicamente por algún que otro lloro— se celebró en la Capilla Sixtina. Benedicto XVI afirmó que «la colaboración entre la comunidad cristiana y la familia es hoy más necesaria que nunca en el actual contexto social, en que la institución de la familia está amenazada en varios frentes y debe afrontar no pocas dificultades en su misión de educar en la fe». El Papa recordó que el bautismo se debe administrar cuanto antes y que la tarea de padres y padrinos incluye un acompañamiento en la fe a lo largo de la vida. No parece tarea sencilla, como predijo Juan Pablo II». Aunque vienen tiempos en que vosotros como padres y madres pensáis que vuestros hijos podrían sucumbir a la fascinación de las expectativas y promesas de este tiempo, no dudéis, ellos se fijarán siempre en vosotros mismos para ver si consideráis a Jesucristo como un limitación o como encuentro de vida». Supongo que la responsabilidad se dobla en los abuelos. El día de la fiesta del Bautismo del Señor nació mi primera nieta y pienso aplicarme para incrementar la lista de los buenos abuelos del siglo XXI. Así escribí en mi blog el 9 de enero de 2011: «Hoy ha nacido Paula. Es una niña pequeñita, sonrosada y mofletuda, de sueño tranquilo. Sus grandes ojos parpadean a la vida llenándola de esperanza. Como todos los niños recién nacidos ha creado a su alrededor una clara y abundante cascada de emociones. Por su vida, un susurrar de oraciones y un sinvivir apresurado de padres y abuelos (la bisabuela lloraba), tíos, primos y muchos amigos atentos al alumbramiento… Y la noche se hizo día; la preocupación, alegría; el dolor, olvido… ¡el amor, vida! Hoy, en un suspiro de eternidad, ha nacido Paula y ha sonreído. Sus gestos son como sonajeros de risas y guirnaldas de ilusiones que adornan la felicidad recibida: una vida recién estrenada, acunada con suaves caricias, lágrimas y sonrisas. Recuerdos y olvidos, lo antiguo y lo nuevo, lo desconocido. El tiempo, asombrado, se detiene ante la vida que pasa, que queda sorprendida entre los brazos de una joven madre enternecida, mi hija María. Hoy ha nacido Paula y ya tiene un ángel de la guarda, una gran familia que le quiere, unos padres que le abrazan. Desde la eternidad Dios la tenía pensada y quería que naciera en una noche ¡buena!… a Dios doy gracias por mi primera nieta. Un regalo del cielo, un canto a la vida, un misterio gozoso de esperanza».