Siento profundamente la salvaje y cobarde agresión a Pedro Alberto Cruz, consejero de Cultura. No hay argumento de ninguna clase que avale o pueda justificar, ni en lo político ni en lo personal, semejante acto de violencia contra la integridad física de una persona; con ánimo del mayor daño, además. Me apena y casi me asusta el grado de impotencia que debe existir por ahí cuando, sin control —tres personas, que sepamos— se toman la justicia por su mano enguantada de hierro, y dañan no sólo a la víctima de este atentado, sino a todos los demócratas que, críticos o no contra la gestión del titular de Cultura, deseamos el debate de las ideas en el marco más pacífico.

Escribí recientemente la tibieza en el calificativo cuando los actos contra la hija del presidente Valcárcel a las puertas de su casa; llamaba entonces la atención del concepto de libertad que ostentaban los manifestantes con el lanzamiento de huevos y otras acciones de desprecio a la legalidad. Lo de Pedro Alberto Cruz es continuación de la misma película. En los actos políticos, en el ejercicio del derecho de manifestación y otros —y esto es responsabilidad de los profesionales de la misma— hay que tener presente a la jungla de simpatizantes de la violencia que reside en las diferentes opciones políticas. ¿Qué pasaría si ahora la extrema derecha tomara nota y golpeara a cualquiera representativo de la izquierda en cualquier esquina de la ciudad, con nocturnidad y alevosía? No, las Fuerzas de Seguridad del Estado tienen la palabra y los medios para poner freno a la barbarie.

Soy crítico, con muchos, de la gestión política y administrativa del consejero Cruz que creemos desquiciada, pero hoy todos —me parece que ese es el sentimiento colectivo, al menos ese es el mío— somos Pedro Alberto; nos solidarizamos con él y con la justicia que significa su respeto y deseamos de corazón su pronta recuperación sin secuelas de ninguna clase.

Los agresores, unos energúmenos de la peor clase, deben de ser localizados y sentenciados con toda contundencia, sin concesiones a la tentación de debilidad en el juicio de sus actos. Los hechos que han ocurrido deberían provocar un giro en las actitudes críticas que debiera ejercer la oposición con inteligencia y habilidad política y no con la mediocridad a la que estamos acostumbrados.

Todos debemos tomar buena nota que no es el terreno de juego en el que tenemos que desenvolvernos a niveles sociales, ni políticos. La agresión a Cruz lo convertirá en una persona (y su gestión) idealizada por su partido.¿Qué posibilidad nos queda ahora a los que no nos gustaba un ápice su gestión de levantar la voz?

La violencia es una necedad, siempre, y en el caso de la violencia política una aberración irreversible. Celebraré la pronta recuperación del consejero.