El divino Platón dejó muy bien sentado en La República que la construcción de un Estado requiere, o más bien, se confunde con, la puesta en pie de un proyecto pedagógico. Perdonen que me arranque así de pedante, pero voy a hablar de Rubalcaba y el tema exige arroparse con filósofos de buen abrigo. Si el asunto fuese Zapatero, por ejemplo, citaría a Fumanchú, o a Jaimito, como mucho. Pero Rubalcaba merece atención y, sobre todo, prevención inteligente, siquiera sea por el instinto y la astucia política que rezuma, los mismos con los que gestionó el vuelco electoral a partir de los atentados de Atocha, e idénticos a los que le llevaron en su día a sacar adelante la LOGSE, un proyecto pedagógico/político que ha convertido los centros educativos en manicomios. El Estado que Rubalcaba lleva en la cabeza demanda profesores desquiciados, burocratizados, mareados, desautorizados, humillados y, sobre todo, intelectualmente capados, con el fin de que ningún alumno que pase por las aulas salga de allí con conciencia de sí; y créanme, no necesitamos el informe PISA para saber que la pedagogía socialista ha conseguido que el estudiante medio de hoy día sea un ignorante prístino en todo tipo de ciencias, artes, gramáticas y geografías del alma y del cuerpo, y eso y no otra cosa es lo que significa no tener conciencia de sí. La educación ilustrada y liberal pre-Rubalcaba perseguía como meta fundamental procurar a los alumnos instrumentos cognitivos suficientes para progresar en la vida sin ayuda de nadie, amén de para desarrollar por sí mismos una formación ética y política crítica, fundamentada y contrastada con los grandes sistemas de pensamiento (que están imbricados en la historia de la ciencia, de la literatura y de la filosofía) que han configurado la urdimbre de nuestra Civilización. El ´Rubalcabato´ pedagógico/político se propone lo contrario: vacíos los espíritus de contenidos, conceptos y fundamentos, la enseñanza consiste ahora en llenar la cabeza de la muchachada con consignas políticas fabricadas desde las cocinas ideológicas socialistas. Si alguno de ustedes duda de lo antedicho, pruebe a hojear cualquier libro de texto de la que hoy por hoy es la asignatura vertebradora de todo el sistema educativo: la mal llamada ´Educación para la Ciudadanía´; abra el manual, digo, y contenga, si puede, el vómito intelectual y estomacal.

Pero el ´Rubalcabato´ va mucho más allá. La transición de una sociedad democrática a una sociedad totalitaria pasa por arrancar de los ciudadanos los hábitos liberales que nos anclan a la democracia y eso exige del ´Líder Natural´ un esfuerzo pedagógico extraordinario encaminado esta vez a normalizar la excepción. Casuística: los ciudadanos de una democracia se saben con derecho a ponerse en huelga; y también con derecho a que el Gobierno los proteja de los huelguistas cuando éstos invaden sus libertades de modo abusivo. Ese equilibrio de derechos, responsabilidades y obligaciones mutuas es lo que regula una Ley de Huelga. En lugar de redactar dicha ley, Rubalcaba prefirió provocar a los controladores en el momento más inoportuno, aquel en el que se arriesgaba (por no decir garantizaba) la generación un caos social y económico que permitiría que el ´Amado Líder´ se presentara ante sus súbditos, que no ciudadanos, como el salvador del orden natural, mediante la militarización de las torres de control aéreo, previo trámite, eso sí, de un Real Decreto que declararía el Estado de Alarma, nada menos. Decretar el Estado de Alarma implica la suspensión de derechos constitucionales básicos. En los EE UU lo mantuvieron en vigor durante seis días y medio a raíz del atentado de las Torres Gemelas, que no fue grano de anís, mientras que, a la hora en que se escribe este suelto, España va a cumplir un mes con los derechos constitucionales secuestrados, a costa de un grave, pero simple y llano conflicto laboral; y la gente sigue tan pancha, en el convencimiento íntimamente totalitario de que esto es un problema de los controladores, siendo así que la Constitución nos la han puesto entre paréntesis para todos y para cada uno. Lo del Estado de Alarma, pues, viene a ser la suprema lección del ´Rubalcabato´, que pretende meternos en nuestras cabecicas que el Gobierno socialista es el administrador único de nuestras libertades y que los enfrentamientos contra dicho administrador se pueden resolver y se resuelven manu militari. Lección que dispone de corolario festivo: los siervos dóciles y debidamente educados en la ciudadanía dispondrán en todo momento de libertades sobradas (con autorización formal o sin ella) para congregarse ´espontáneamente´ a linchar de palabra y obra a los líderes del PP; la escuela de servidumbre debe acostumbrarnos a que veamos como normal y progresista el que sindicalistas harto bien subvencionados rodeen y ensucien la vivienda familiar del primer político de la Región de Murcia, e incluso que intimiden, injurien, escupan y agredan a sus hijas. Me dicen, por cierto, que entre la chusma cobarde que rodeó la casa de la familia Valcárcel había profesores; pero no doy crédito: no puede ser que la enseñanza esté ya tan emputecida.