Moody´s, como es sabido, es una agencia de calificación crediticia que evalúa la solvencia de productos financieros y títulos de deuda emitidos por empresas, bancos y países. En teoría, orienta a los inversores acerca del grado de fiabilidad de los demandantes de financiación. Junto con otras dos agencias más, copan el 95% de un negocio que genera unos ingresos anuales de 4.500 millones de dólares. Estas agencias de rating se situaron bajo sospecha en 2008, cuando otorgaban la máxima calificación crediticia a entidades como Lehman Brothers y AIG justo antes de que se derrumbaran. Se dijo por entonces que en realidad estos evaluadores estaban conchabados con los directivos de estos bancos de inversión que habían incurrido en prácticas fraudulentas, al calor de la desregulación financiera existente, con el fin de beneficiarse también de dichas prácticas. Dicho de otro modo: los examinadores estaban confabulados con unos examinados que copiaban en los exámenes.

Pero al igual que han caído en el olvido aquellas declaraciones que aseguraban con vehemencia que había que poner coto a unos mercados financieros desmadrados que habían conducido al mundo al borde del abismo, estos especuladores y las agencias que como Moody´s acompañan su labor depredadora, vuelven a campar a sus anchas, de la mano de una clase política que se ha puesto de rodillas ante la desmesura y la codicia de quienes hunden los países para engordar su cuenta de resultados de manera obscena. Y a los hechos me remito. El pasado 15 de diciembre, Moody´s anuncia que rebajará la calificación de la deuda española. Asegura, para justificar su determinación, que no ha habido iniciativas serias para recortar gastos en sanidad y educación en las autonomías, así como en la reforma de las pensiones y la descentralización de la negociación colectiva. En ese momento, los llamados mercados (es decir, bancos y distintos fondos) comenzaban a ganar dinero con las caídas de la deuda española provocada por el anuncio de Moody´s, de manera que la diferencia entre el precio de venta de aquélla (mayor) y el de recompra (menor) produce pingües plusvalías a muy corto plazo. Asímismo, el Gobierno español se ve obligado a subir los tipos de interés para financiarse, lo que provoca beneficios a largo plazo de los tenedores de esos títulos de deuda pública.

Pues bien, dos días después, el 17 de diciembre, Zapatero anuncia que el Gobierno elevará definitivamente la edad de jubilación el próximo 28 de enero. Apreciamos la gravedad del hecho en toda su dimensión: sin fundamentos económicos que lo justifiquen (el déficit español se va conteniendo según lo previsto), un puñado de ejecutivos de una agencia de calificación, en su despacho del World Trade Center de Nueva York, de acuerdo con fondos de pensiones y de inversión norteamericanos y europeos, lanzan un ataque coordinado contra la deuda española bajo el pretexto de que no se ha desmantelado lo suficiente el Estado del Bienestar en nuestro país; se embolsan un montón de pasta, se garantizan mayores beneficios diferidos por los más elevados intereses de esa deuda, y empujan al político dócil a anunciar nuevas medidas antisociales que aseguran ganancias futuras (para fondos de pensiones y bancos en el caso que nos ocupa).

Pero descendamos a nuestra región. El 21 de diciembre, Moody´s rebaja la calificación de la deuda murciana, sugiriendo implícitamente un recorte del gasto sanitario, dada la concentración de deuda en este sector. Un día después, el 22, el Gobierno Valcárcel anuncia un durísimo plan de ajuste que se ceba en la enseñanza y la sanidad, casualmente los dos sectores para los que la agencia de rating estaba pidiendo recortes desde el 15 de diciembre y, en lo tocante a la sanidad murciana, también el día de antes.

Habrá que plantearse muy seriamente quién nos gobierna en realidad, en Madrid y en Murcia, y si los políticos que conforman los respectivos Gobiernos son algo más que marionetas de un puñado de individuos que, desde sus despachos de Greenwich Street, deciden sobre nuestros salarios, pensiones, sanidad y condiciones de vida.