Toni Carrasco.Portavoz de La Intersindical

Cautivos y desarmados. Así parece ver el Gobierno regional a los empleados públicos. Con alevosía y premeditación, no le ha temblado el pulso para convertir en papel mojado acuerdos firmados con sus representantes en los últimos doce años. A los ojos de cualquier observador neutral, este Gobierno quedaría como incapaz para gestionar una Comunidad autónoma, con nula capacidad de planificación y desleal con el compromiso y la palabra dada.

La Ley de Medidas Extraordinarias para la Sostenibilidad de las Finanzas Públicas, aprobada en el Parlamento regional el pasado jueves, es el mandoble que confirma la política presupuestaria del Partido Popular. No nos engañaba Mariano Rajoy cuando tomaba como ejemplo al nuevo Gobierno británico: son sus políticas, su deslegitimación de la gestión pública de los servicios y su rendición ante el dios mercado.

Además, el proceso se ha desarrollado en un tono chulesco. Aparte de culpabilizar al personal empleado público del déficit, los muchachos del PP se han permito provocar a las personas que han protestado estos dos días, levantándoles expresivamente el dedo corazón. Todo con una sonrisa cínica, de señoritos de casino provinciano.

Lo peor de todo esto es la inmensa brecha que han conseguido instalar, las ideas y las políticas neoliberales, entre una buena parte de la ciudadanía y quienes tienen como trabajo asegurar la prestación de unos servicios públicos que hoy son considerados como imprescindibles pero que, al mismo tiempo, parecen invisibles.

El personal empleado público no es una especie aparte. Si se le recortan derechos, se le recortan también al conjunto de las personas trabajadoras, y la última reforma laboral es un fiel reflejo de ello. Si se logran mejoras, sirven como ejemplo y horizonte para quienes no las disfrutan. Y también sucede así en el sentido contrario. Aunque se empeñen en no admitirlo, tan trabajadoras son las personas del sector público como las del sector privado, y los avances y retrocesos de unas son las del conjunto.

Amparándose en los muchos mitos que circulan sobre el empleo público, nuestros próceres regionales han profundizado en el ataque que ya iniciara el Gobierno central. Mitos nacidos del interés por destruir el mínimo Estado de Bienestar que disfrutamos, aunque no siempre seamos conscientes.

Es difícil hacer análisis, de una mínima profundidad y objetividad, con este panorama de verdades construidas a base de mentiras repetidas hasta la saciedad. Afirmaciones e ideas que no necesitan justificación, ni demostración. Un panorama aderezado, en esta Región, por una anestesia compuesta de lemas populistas, falsos mitos y posiciones victimistas frente a otros territorios.

Quienes quieren acabar con el Estado Social se empeñan en presentarnos como derechos lo que no son más que privilegios de una minoría, imposibles por tanto de universalizar. En cambio, intentan convencernos de que los derechos sociales y laborales, generalizables al conjunto de la población, son privilegios. El mundo al revés.

El empleo fijo, la jubilación digna, la jornada laboral de 35 horas, un salario suficiente, la salud, una educación de calidad, la atención a las personas mayores, dependientes, niños y niñas, la vivienda… No son privilegios, son derechos que una sociedad avanzada tiene que asegurar y que, por lo que vemos, no se pueden dar por seguros.

Pues bien, no hacen nada más que desprestigiar a quien los consigue, muchas veces a costa de demasiado esfuerzo, sea a través de organizaciones sociales o sindicales, cuando deberían ser vistos como el horizonte mínimo al que debería llegar cualquier persona ciudadana de este país. Lo contrario es tomar como objetivo llegar al esclavismo, que parece ser lo que ha tomado el PP como inspiración.

Es difícil imaginar la cara que debe reflejarse en el espejo del presidente Valcárcel. ¿Se verá con el beatífico rostro de quien se siente satisfecho por la buena acción del día? ¿O se verá como el gobernante contundente, que hace lo que hay que hacer por su tierra, sin entrar en cálculos electorales ni caer en falsos sentimentalismos?

Lo cierto es que se verá sin la careta con la que pretende presentarse, ante nuestra sociedad. Observará el mismo rostro que hemos logrado entrever con unos presupuestos recortados en lo social, a los que ha sumado un ataque sin precedentes contra el personal dependiente de la Comunidad Autónoma, en forma de ley aprobada la víspera de Nochebuena.

Podría recortar en otras cosas como los fastos seudoculturales destinados al autobombo de su Gobierno. Podría recuperar ingresos con una fiscalidad directa a grandes empresas y personas de abultado patrimonio e ingresos insultantes. Podría eliminar empresas públicas destinadas a privatizar servicios y mantener holgadamente a sus amigos, como Gimcarsa. Pero ha elegido disminuir las partidas dirigidas a paliar las condiciones de vida de quienes más necesitados están y a garantizar los derechos colectivos de la ciudadanía: Sanidad, educación, política social, empleo…

¿Dibujará el señor Valcárcel también un bigotito sobre el vaho del espejo en el que se mira satisfecho? Hagan una prueba con una de sus fotos. El resultado, aunque estremecedor, refleja triste realidad. Y todo se entiende mucho mejor.