En las últimas décadas no sólo ha cambiado nuestro concepto del mundo en que vivimos, sino que ha cambiado también el mundo en sí mismo. Asombra comprobar, por ejemplo, hasta qué punto la geografía y la física actuales difieren de las que aprendimos en los libros de texto de nuestros años estudiantiles. Ha cambiado también —y esto es más importante— nuestra psicología. Hoy se mide todo o casi todo con un ´metro´ distinto al que empleaban nuestros abuelos. Es otro concepto no solamente de lo geográfico y físico, sino también de lo psicológico y espiritual: del humor, de lo social, del pudor, del arte, de la distancia, del ocio. Pero los grandes cambios están todavía por venir. Y es que, en cierto modo, estamos tocando la ciencia-ficción con las manos y convirtiendo la utopía en realidad.

Mientras se pone a la venta en Alemania un preparado contra los síntomas de la vejez en perros y gatos, mientras en Inglaterra se adiestran simios para que desempeñen labores elementales (nada que ver con los controladores aéreos europeos) y trabajos pesados, en Estados Unidos han descubierto —ya hace tiempo— una hormona que contribuye al crecimiento de los seres humanos… Y que se ha aplicado ya con éxito a criaturas que estaban condenadas a padecer enanismo.

Gatos y perros de edad matusalénica, chimpancés trabajando en fábricas, robots con apariencia humana, pigmeos que se estiran hasta rozar los dos metros… Y las investigaciones en torno a los misterios y resortes biológicos de los seres vivos (incluido el hombre) siguen adelante y se abren, al parecer, perspectivas que jamás pudo soñar la fantasía más calenturienta… no hay más que sorprenderse con la posibilidad de clonación que ya resulta tan familiar como posible.

¿Se imaginan lo que nos sucedería si nos entrara un largo sueño y despertáramos al cabo de cincuenta o cien años? Tengo la sospecha de que no lo íbamos a creer: miraríamos a nuestro alrededor, nos llevaríamos las manos a la cabeza y creeríamos haber despertado en otro mundo. Y es que, en efecto, consciente o inconscientemente, hemos empezado a edificar, sobre la piel de nuestro mundo, otro mundo.

Quiera el destino que sea más luminoso, más pacífico, más libre, más espiritual, más limpio, más justo, más sereno, que este viejo mundo en el que ahora vivimos. ¿Pero hasta qué punto sirve el ser humano, arquitecto de casas, para ser arquitecto de mundos?...