Año tras año al acercarse el mes de diciembre los yeclanos sentimos profunda emoción ante la celebración de las Fiestas de La Virgen. El intenso frío contrasta con el calor de hogar que caldea a la Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima Ciudad de Yecla. Declaradas de Interés Turístico Nacional, estas fiestas unen en la religiosidad popular el profundo agradecimiento y cariño de todo un pueblo por la protección de su Patrona La Inmaculada Concepción, tradición que se engalana y engrandece de generación en generación con un amplio abanico de actividades culturales que manifiestan el importante desarrollo de esta ciudad del Altiplano de la Región de Murcia.

Tras el Pregón y el Beneplácito institucional, izadas las banderas y lanzados lo cohetes de rigor, comienzan las fiestas. Voltean las campanas y laten los corazones. Con un conocido y acompasado repicar de tambores, los alabarderos —conocidos en el argot popular como ´tíos de las punchas´— acompañan en paseo por las calles de la ciudad, a los pajes: niños con trajes de militar y niñas con vestidos antiguos de elaborada confección en color rosa, blanco y azul acorde al día señalado.

Bajo un cielo ´Azul Purísima´, Yecla engalana sus ventanas y balcones con colgaduras que llevan impresa la imagen de la Virgen. Yecla huele a pólvora y a todas las flores de la ofrenda; huele al perfume de sus mujeres ataviadas con peineta y mantilla o con el traje típico de labradora; huele a madera y a vino, a gazpacho y relleno, a empanadas de patatas, a gachasmigas, a cascarujas y mistela.

Hoy es la Bajada. Los arcabuceros y sus cargadores suben al Santuario del Castillo bajo una nube de pólvora y el estruendo de los arcabuzazos. La soldadesca escolta a La Patrona —llevada en andas— hasta la iglesia de La Purísima. Autoridades, clavarios y mayordomos presiden la fiesta; el de la bandera la juega ante la Virgen al son de la banda de música y el eco ensordecedor de los arcabuces. Los pajes, caminando al son del repiqueteo del tambor; sacerdotes y monaguillos; la Asociación de Mayordomos; la Corte de honor. Y gente, mucha gente.

Yeclanos ausentes y personas que quieren esta tierra de vino y madera, de arte y de letras. Y, la i griega o la ye de Yecla; de yeclanear viviendo

estas fiestas como buenos hijos de una Madre tan buena. ¡Viva la Virgen del Castillo! ¡Viva Yecla!