Esos irresponsables que son los controladores aéreos; esos individuos sin escrúpulos a la hora de las exigencias de derechos; ese colectivo capaz de un perjuicio de cientos de millones de euros y de causar un daño irreparable a su país y a sus ciudadanos en masa; estos tipos que han chantajeado al Estado, deben ser tratados muy severamente, despedidos de inmediato de sus puestos de trabajo, procesados y, en su caso, encarcelados como delincuentes comunes. Esta es la primera reflexión ante lo ocurrido en los aeropuertos españoles en el puente festivo con la huelga salvaje que ha paralizado al país con mucha más gravedad que la reciente huelga general convocada por los sindicatos. Un país no puede estar en manos de un colectivo de cualquier clase y profesión, en definitiva.

Pero dicho lo dicho, la segunda reflexión incide en la responsabilidad de los otros protagonistas del conflicto: el Gobierno. Hasta en casos como este en el que se han visto en la necesidad de recurrir a la militarización de los controladores aéreos y a declarar el ´estado en alarma´, podría pensarse que ejercer el poder es cosa para lo que cualquiera está capacitado. Los frecuentes nombramientos de personas de perfil mediocre lo ha dado entender en un error mayúsculo. Gobernar no es fácil, pero es absolutamente imprescindible saber hacerlo con garantías para un país desarrollado y sus ciudadanos.

Lo ocurrido demuestra que con un Ejecutivo como el de Zapatero, sin capacidad de gobierno para llevar adelante el funcionamiento de todo el complejo entramado que hace andar a un país, es posible que ocurran conflictos de tal naturaleza. La improvisación de las autoridades ha sido el caldo de cultivo de esta situación catastrófica para los intereses comunes que en buena lógica se podía haber previsto y evitado. Los controladores son unos delincuentes, pero tal comportamiento no evita calificar al Gobierno socialista de nefasto en lo político. Demasiados fiascos ya, de todo orden, en diversos ministerios, para un Ejecutivo incapaz de asegurar a la ciudadanía la menor confianza social. Todo es posible en la España gobernada por Zapatero, incluida la imprevisión de permitir que una banda de individuos de escasa moral cívica ponga en jaque la estabilidad de los españoles. ¡En qué manos estamos!

Por primera vez en la época democrática el Gobierno, acorralado, ha tenido que emplear las medidas que le permite la Constitución para poner obligada solución al problema, declarando al país en ´estado de alarma´ y llamando al Ejército a las torres de control de los aeropuertos. Con este Gobierno estamos en peligro de guerra permanente.