Dicen que el mayor problema cuando intentas rescatar a una persona que se está ahogando es que su pánico puede empujarte con ella hacia el fondo del mar. Esto, los presidentes de los distintos países lo saben muy bien. Por eso, tras la cumbre del G20, todos saben que el baile de los ahogados ha comenzado, y que cada cual tendrá que buscar como pueda su propia tabla de salvación. Para salvarse, EE UU ha comenzado a fabricar billetes a punta pala, una estrategia que parece afectar más a los mercados financieros que a la propia economía real del país, que pude caer en una inflación estratosférica.

El principal objetivo del presidente Obama es que, con una moneda débil, se fomente la exportación. Por el contrario, China está que se tira de los pelos, ya que tiene una cantidad de deuda y activos en dólares enorme, y que el valor del billete verde baje no le conviene en absoluto. El resto de los países emergentes, con Brasil y Corea del Sur a la cabeza, también quieren debilitar sus monedas, pero, sobre todo, que China, que tiene el mayor superávit comercial entre otras cosas porque es el que más barato puede vender, revalúe la suya. Por su parte, Europa —¡ay, Europa!— vería con muy buenos ojos que la moneda china se revaluara, ya que encarecería los precios de sus productos y su competencia no sería tan grande. Pero es que, además, Europa tiene unas características que la hacen especial, ya que los países que la integran son tan distintos que unos no quieren contagiarse de las pulgas de los otros.

Si hace algún tiempo era Grecia la que provocaba el pánico en las turbulentas aguas del mundo financiero mundial, ahora es Irlanda, sumida en la bancarrota hasta tal punto que los ministros de Economía de la Eurozona ya tienen previsto un plan de intervención para que no se hunda del todo. En dicho plan también se prevén ayudas económicas para Portugal, que también se encuentra braceando y con el agua al cuello. Pero no nos engañemos; al margen de las ayudas económicas para estos países, el principal objetivo de los presidentes de la Eurozona es frenar el efecto contagio, es decir; que no caigan los dos siguientes, Italia y —cómo no— España, y que sus deudas no hundan a los demás.

Hay quien dice que España no es Irlanda, y es verdad. Nuestra economía es muy diferente, pero no por ello mucho mejor. Los datos nos

señalan como el mayor productor de paro de la Eurozona, y el PIB de nuestro país da tanto miedo que algunos ya han comenzado a agarrarse al palo mayor. Veamos los datos: la economía española registró en el tercer trimestre un crecimiento nulo, con un avance del 0,2% de crecimiento interanual, mientras que la Eurozona creció un 0,4% en el mismo trimestre con un 1,9% interanual. Por supuesto, a Alemania y a Francia ya ni las miramos, pues sus crecimientos están muy por encima del nuestro: casi un 4% interanual el PIB alemán y casi un 2% el francés. Resumiendo; la eurozona ha recuperado el 40% de lo perdido en la recesión y España — ¡tatachán!— sólo el 6%.

En fin, no somos Irlanda, pero la UE considera que España necesita una ´segunda ronda´ de medidas urgentes tras las adoptadas en mayo. Es decir, más caña a los jubilados y trabajadores. Pero no se preocupen. Dice Zapatero que el sector de las energías renovables, el transporte, la edificación sostenible —¿qué coño será eso?— y la ecoindustria tienen en España un potencial de creación de un millón de puestos de trabajo durante la próxima década. ¿Y por qué no dos millones? Qué más da. Mientras nos hundimos, cualquier estúpida cantaleta sale gratis.