Como ya he escrito en varias ocasiones, Ramón Pontones, pintor murciano exiliado en México, pertenece a la generación destruida por la Guerra Civil. Sólo los acontecimientos históricos impidieron una carrera de orden extraordinario. A pesar de la buena acogida del país americano, fraternal y compresiva con la situación política, el artista hubo de abandonar en cierta medida su vocación pictórica y dedicar parte de su tiempo a la docencia: fue profesor de Matemáticas durante muchos años.

A pesar de esta carencia de la obra, Pontones nunca dejó de crear su mundo artístico, y mantuvo con España, con su familia en Murcia y sus amigos, un prudente contacto que le evitara problemas de orden represivo, a él y los suyos, en los años posteriores a la contienda y primeros del franquismo.

El año próximo se cumple el centenario del artista y para el acontecimiento de primera magnitud en lo cultural y en lo humano se prepara una

importante exposición con las obras recuperadas en México una vez fallecida su viuda Graciella. A tal patrimonio hemos de añadir el epistolario mantenido con el pintor por parte de sus hermanos y sobrinos en Murcia; sus cartas vienen a aportar la vivencia de una persona excepcional y no sólo en la parcela creativa de su existencia. Es intención del galerista Emilio Morales y de algunas instituciones, la publicación de las cartas de Ramón Pontones en el exilio de México. Son, en sí mismas, un género literario cuyo contenido es el reflejo de la añoranza de la tierra, sin rencor alguno, de una bonhomía y ternura que rozan la ingenuidad. En sus párrafos y en la humildad de sus contenidos subyace la personalidad de un hombre bueno obligado por las circunstancia a abandonar su país y sus raíces, a cultivar la memoria y el recuerdo para sobrevivir al sobresalto existencial del infortunio.

El padre de Ramón Pontones fue hombre de confianza y secretario personal de Ruiz-Funes, aquel protagonista murciano de parte de la Historia de España a cuya República sirvió hasta el obligado, también, exilio. A decenas de años de lo ocurrido, la oscuridad preside mucho del pasado, por ello la publicación de la documentación en poder de Pontones, su relación familiar con España, como la pendiente de Ruiz-Funes,

ex-ministro, sin duda aportará datos y luz a aquellos acontecimientos que definieron la vida en una franja amplia de la española del siglo XX. Será de interés, incluso, para conocer las cargas y el día a día franciscano de aquellos españoles que, en gran número, se vieron obligados abandonar todo sin la posibilidad de mirar atrás.

Toda esta recuperación intelectual de nuestra memoria colectiva es trascendente y necesaria, obligada en justicia. Darla a conocer es un desvelo sincero para poner el sacrificio humano, en su lugar. Pontones desapareció hace algunos años sin volver a su país la fecha de su centenario está en los próximos meses, ante la mirada atenta de los que buscan la verdad artística y humana. La figura de Ramón Pontones debe engrandecerse hasta el nivel de sus merecimientos.