No es la primera vez y supongo que tampoco será la última que coincida la publicación de esta columna quincenal con la la conclusión de la Romería de septiembre (en el periódico casi se da por hecho). Son ya más de quince años los que ´entre mis labores´ me dedico a escribir en el La Opinión. Y son muchos más de quince los amigos que he encontrado a través de estas páginas que también navegan —viento en popa— por internet, hasta las que ya se puede acceder vía móvil.

Es muy difícil redactar sobre la Romería. Su historia es vida que se enriquece con los romeros de cada año apiñados en la ciudad de Murcia y su Huerta alrededor de nuestra patrona la Virgen de La Fuensanta.

El «¡Guapa! ¡Guapa! ¡Guapa!» es el requiebro más vitoreado al paso de tan venerada imagen que es llevada casi en volandas por los murcianos, que a la par que desgranan Avemarías del Rosario llenándolas de peticiones y acciones de gracias, rocían a manos llenas —¡con todos los pétalos de la huerta!— a su Virgen de la Vega, Reina del Grandioso que convierte en milagro las flores, encendiendo en las almas sus bellos amores.

Pétalos de flores rosas y rojas, amarillas y blancas; flores de azahar y jazmín, tomillo y romero. Lluvia de pétalos que ayuda a elevar la mirada al cielo. Ella, La Fuente Santa, es siempre el consuelo de este murciano jardín. Oración que sube al cielo pasa por el camarín de su Virgen, la Morenica de rostro sereno —lloran los ojos a su claridad— que se deja traer y llevar en romería para hacernos ´más güenos´.

El tañido de las campanas al romper el alba despabila a los romeros que acuden a la misa temprana en la Santa Iglesia Catedral en este martes de romería: día de despedida, de encuentros y añoranzas para ese álbum de recuerdos que quedará para siempre impreso en el alma.

Romería de septiembre, algarabía huertana. Calor y color. Bullicio y oración. Fe y tradición. «Murcia, qué hermosa eres, tu Huerta no tiene igual´». Repican campanas y corazones al paso de la Morenica —«Almendra dulce de tu sol tostada» (José María Pemán)—, arropada por una multicolor y multicultural alfombra de fieles desde La Catedral hasta su Santuario del Monte.

¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!