Puede parecer extraño hablar de trabajo en temporada alta de vacaciones pero está comprobado que más de lo mismo no da para mucho; prácticamente para casi nada. El empleo se ha convertido en un bien preciado. Lo que antes era considerado como una carga, ha pasado a ser para la gran mayoría –por incompetencia del Gobierno y desgracia para todos– necesidad vital inalcanzable. Generar empleo requiere unas coordenadas diferentes. Desde el punto de vista del trabajador, ya no es suficiente ser buen currante y hacer lo mandado sin más. Vivimos en un mundo que cambia constantemente. Ir con los tiempos implica hacer camino. Crear. Innovar. Crecer. Cultivar. Cultura de empresa y cultura individual. La experiencia es un gran paso, pero el recorrido para ser un buen profesional exige otros. Conocer y conocerse. Emprender constantemente, aprendiendo de los propios fallos. Saber descubrir un amplio abanico de posibilidades precisa de otro aire: cambio de mentalidad, actitud renovada. Hemos comprobado que el trabajo ya no es para todos ni para siempre; incluso, con demasiada frecuencia, no tiene que ver con la cualificación profesional. La permanencia dentro de la misma empresa pertenece al pasado. Lo que se nos pide es estar disponible, ágil, para –en sentido figurado– mover y remover nuestros bártulos. Junto al bagaje de conocimientos adquiridos a lo largo de nuestra vida, hay que aportar constantemente hábitos intelectuales, prácticos y de trabajo en equipo. Más que nunca es indispensable estar preparados para poder desenvolvernos en circunstancias previsibles e imprevisibles. Salvo casos excepcionales, el futuro está en nuestras manos y podemos convertirlo en un proyecto ambicioso. La condición sine qua non para ponernos manos a la obra es saber lo que queremos hacer. La irónica afirmación «El trabajo es el vicio de los que no sirven para otra cosa» debe abrirnos los ojos ante la dura realidad, porque son demasiadas las personas –incluso familias enteras– que, sirviendo para mucho, tienen que permanecer de brazos cruzados. Crear empleo supondría, por parte del Gobierno, mayor visión de futuro. Ya no vale pan para hoy y hambre para mañana, porque el juego ha dejado de andar entre bobos. El paro tendría que definir únicamente el cese del despilfarro. Supongo que, en vacaciones, nuestro incomprensible presidente del Gobierno tiene todavía menos opción de aplicarse a sus zapatos… ¡es tiempo de chanclas! (perdón por el chiste malo). No es nada fácil, pero, en tiempos de crisis, no hay que dar por imposible la creación de empleo. La fortaleza económica tiene que ir mucho más allá de las políticas partidistas de cara a la galería, que, por cierto, está de vacaciones… aunque sean forzosas.