Las últimas medidas del Gobierno de España contra la crisis económica han resultado traumáticas para la izquierda. La gente de izquierdas tenemos ese punto tonto de soñadores o de ilusos que tanta gracia hace a la derecha; tendemos a creernos cosas tan bonitas como la soberanía popular, el derecho y la capacidad de los pueblos para dirigir su destino; cosas como la posibilidad de una justicia social, como la democracia o como el Estado de Derecho. Cosas de este tipo que la gente en su sano juicio, es decir, la gente de derechas, sabe que son engañabobos. El gran mérito de Zapatero ha sido conseguir que se nos caiga la venda de los ojos. Ahora ya, por fin, todos somos de derechas. Ya lo éramos, es verdad, pero no lo sabíamos porque éramos tontos. Hoy somos tontos frustrados, tontos con la boca abierta, tontos de baba. ¿Tan tontos que aún no nos resignamos? Tan tontos.

La cuestión está en que aún nos preguntamos si la resignación, si la obediencia al Gran Amo es la única opción. Hugo Chávez ha dicho: "¡O acabamos con el capitalismo o Éste acaba con nosotros!", pero es que Chávez es así de radical, no como nuestros líderes socialdemócratas, tan sensatos, tan consensuales, tan moderados, tan obedientes. Zapatero ha dado una lección al mundo de lo que debe hacer un líder de izquierdas para ser felicitado por el FMI y para poner contentas por un día a las 'Bolsas': obedecer sin pestañear.

A lo mejor es casualidad, pero los tres países de la zona euro (Grecia, Portugal y España) a quienes el FMI y compañía les han leído la cartilla, son tres países en los que gobiernan partidos de siglas socialistas. Parece como si hubieran decidido poner fin, de una vez por todas, a tanta tontería, a tanto juego de políticas sociales. Hasta ahora nuestros amos se limitaban a mover los hilos desde un cómodo segundo plano, y así creaban paraísos artificiales y nos mantenían en la ilusión, pero, como son listos y son guapos, han decidido rasgar el telón y aparecer en escena como protagonistas absolutos, dejando a sus pobres títeres en patética evidencia.

¿Qué puede hacer un títere que ha quedado al descubierto? No dudemos de la tragedia del títere, porque, siendo de izquierdas, posiblemente se creyera auténtico protagonista, de manera que, seguramente, su tragedia consiste en que se ha descubierto títere al mismo tiempo que se ha mostrado como tal ante su público. ¡Pobre títere! Pero aun así, en la tragedia de un títere se puede acabar como héroe o como villano. El títere puede, por respeto a sí mismo y a su público, ser fiel a su papel, aferrarse a él y defenderlo hasta el final; o puede humillarse y, aceptándose como mero títere, bailar al son que le tocan.

Esto es lo que ha hecho Zapatero, bailar al son que le tocan. Es cierto, había que hacer algo ante la crisis que nos han tirado encima, pero había otras posibilidades además de acatar y ejecutar. Otras posibilidades que respetaran el compromiso adquirido, el pacto establecido con sus votantes. Y si esto no es posible porque los amos no nos dan la opción, hay una salida honrosa que es la dimisión. Zapatero debería ser consciente de que el incumplimiento del pacto es una traición a sus votantes, un fraude que supone la ruptura del pacto; en consecuencia, quienes depositamos nuestra confianza en él y en su partido, estamos legitimados para retirársela. Y así será, porque, aunque lo justifiquen con la aparatosa 'responsabilidad de Estado', en este momento, tenemos un Gobierno con siglas de izquierda que le hace la política a la derecha.

El presidente del Gobierno de España no sólo ha humillado la cerviz, sino que ha optado por lo más fácil, congelación de las pensiones; y por lo más demagógico, bajada de salario a los funcionarios. Sabe que los pensionistas son un colectivo débil, resignado, sin capacidad de reacción; y sabe que la bajada del sueldo a los funcionarios no es una medida impopular, porque basta con agitar un poco ante los parados o los trabajadores sobre quienes pende la espada de la precariedad, la estabilidad de lo que se considera un 'colectivo privilegiado' para que se disparen todos los prejuicios y los rencores contra el funcionario. El Gobierno de España está jugando sucio contra el colectivo que mantiene al Estado y sus cuentas. Pero, está claro, tomar otras medidas era más difícil, porque es más difícil arriesgar ante las 'Bolsas' tan sensibles a los rumores, por ejemplo, pidiendo cuentas a quienes provocaron la crisis, gravando a las grandes empresas y a las grandes fortunas; y, sobre todo, es más difícil (debe serlo porque de otro modo no se entiende por qué no se hace) meter mano en la economía sumergida. Si esto último se hiciera, veríamos disminuir las cifras del paro, veríamos cómo aumentan los ingresos del Estado, cómo se rebaja el déficit y cómo la crisis no es tan real como la pintan.

Lo más triste de todo es que las medidas adoptadas son completamente inútiles y que vendrán tiempos peores.