Cuando después de un par de escritos sobre la polvareda -yo más bien diría monzón- levantada sobre el sí o el no en su peana del Cristo de Monteagudo, sigue la polémica en la calle, y en las tertulias, y en los esquinazos de los periódicos, y en las alas de los mensajeros cybernéticos, llámense ángeles, blogs o email, es que el problema está más arraigado que los deseos de defender un símbolo local o de querer borrar de la faz de toda terra cognita cuanto signo huela a creencia religiosa. Y lo he dicho y repetido varias veces. Tan absurdo es matar y morir por la representación plástica de la cáscara de las cosas sin conocer los casos, como hacer de héroe por cambiarle a Santa Cruz de Tenerife el patronímico por el solo hecho de portar una Cruz por nombre, que viene de culturas tan antiguas como la celta o la egipcia antes de ser importada por la más reciente neocristiana, aparte de por muy santa que así se apellide. Es solo un ejemplo de los muchos disparates sin cuento que se pueden cometer y acometer por esto.

Y es que la razón de todas estas cruzadas enfrentadas por distintos modos de apreciar la realidad es mucho más profunda. Es nuestro miedo a la libertad de pensamiento. Es nuestro temor a ser auténticamente libres, como dejó escrito Erich Fromm en sus impagables textos... Miren, si me lo permiten, les voy a contar una corta historia, a ver si así, de este modo, ustedes me saben comprender y yo me hago entender.

Un patricio de la antigua Roma un día reunió a todos sus criados y esclavos ante él, y dirigiéndose a ellos, les dijo: "He decidido concederos la libertad. A partir de este momento sois libertos. Os podéis considerar hombres libres". "¿Eso quiere decir que podemos marchar y hacer o decir lo que queramos?", preguntaron. "Exactamente", respondió. "¿Y que nadie pueda ordenarnos lo que hacer o decirnos lo que somos o no somos?". "Así es, en efecto". "Entonces, ¿quién eres tú para mandarnos ser libres?".

Bien, pues eso mismo es lo que en mi primer escrito reproché a Mazón, y en mi segundo maticé respecto a la respuesta popular. Nadie puede, y creo que nadie debe, arrogarse el derecho de forzar a nadie a ver las cosas como no quieren verlas. Por esto mismo pienso que se deben respetar las cadenas a las que cada colectivo quiera atarse. Hablando de Cristo, por ejemplo, Él no obligó a nadie a nada. El solo sembró e invitó, nada más. Los que obligaron en su nombre vinieron después. Primero por la fuerza, luego por la coacción. Por eso el hacer lo mismo es caer en lo que se critica. Incluso 2000 años después del mensaje de libertad que Jesús plantó entre las personas, es comprendido por muy, muy pocos, dado lo que hay... Quizá incluso el propio Mazón sea menos iconoclasta de lo que él mismo piensa de sí mismo. Los que forzaron, más que forjaron, las religiones, les entregaron a los humanos la esclavitud que en cierto modo ellos mismos pedían y querían. La aceptación tras la imposición así lo demuestra.

Por eso no se puede forzar al personal a ver lo que no quieren ver con los mismos métodos que los obligaron a aceptarlo. Además, y así debería de saberlo el mismo Mazón, es más fácil aceptar un mito que una verdad. Por tal razón estimo que todos los monzones y mazones liberadores de libertades inexistentes por no deseadas, lo están haciendo rematadamente mal. No es el camino. Es la mejor forma para unir la masa y convertir a las personas en gente, pero no es la mejor manera para abrirles unos ojos que desean mantener cerrados a todo lo que no sea 'su' verdad. O sea, igual que él.

Otra cosa es que detrás de él exista algún tapado interés. Algún afán de notoriedad, o algún disimulado politik-buró por parte de algún algo o algunos alguienes. Y que él sea perfectamente consciente de ello, y piense que ser herramienta de su propia convicción tampoco le venga mal. O puede que su idealismo utópico lo convierta en perfecta y asumida cabeza de turco. O simplemente, puede que aspire a ser un mártir. Mártir ecléctico, pero mártir al fin y al cabo...

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