Hoy vamos a hablar de sexo, que ya tenía yo ganas. Resulta que en Murcia han aparecido unos carteles pegados a la trasera de los autobuses en los que una artista representa a una mujer desnuda, y aquí empezó el llanto y el crujir de dientes. No al paso de los autobuses, desde luego. A la ciudadanía no le cruje nada por ver a una mujer desnuda. La fiesta infantil por excelencia de la ciudad de Murcia, el Entierro de la Sardina, se remata año tras año con un carro lleno de brasileñas peor (o mejor, según se mire) que desnudas, que no dudan en rebozar sus encantos delanteros y traseros por la trompa de los ciudadanos que se sientan en las primeras filas, y aún en las segundas, todo ello en medio de centenares de miles de criaturas, de sus padres, madres, abuelos, madrinas, confesores..., y no pasa nada. La ciudad de Murcia, bendita sea, está muy lejos de ser pacata, ni por nadie pase. Quien sí ha dado muestras de serlo es doña Victoria Rodríguez, una señora que dice ocuparse de los asuntos de la mujer en Izquierda Unida, una neocomunista dizque feminista, o sea. Dolidísima, afectadísima se ha mostrado doña Victoria porque en los autobuses de su ciudad haya aparecido un desnudo y ha pedido, cómo no, la dimisión del consejero de Cultura; porque, al decir de esta abanderada del feminismo neocomunista murciano, el desnudo la ofende precisamente ahí, en toda la cosa feminista. Vayamos por partes. Que alguien de Izquierda Unida exija dimisiones por falta de censuras ante un desnudo es la cosa más natural del mundo. En Cuba se censura todo, mientras torturan, violan y encarcelan a los homosexuales, y no hay país que haya sufrido el comunismo que no sepa de la pasión por la censura en general, y de la relación enfermiza que tiene esta ideología con el sexo. Hasta ahí, pues, todo normal. Lo que ya resulta más curioso es que esto lo diga una señora en nombre del feminismo. En pleno 2010.

Dejemos a un lado que si hay algo por lo que el feminismo ha luchado desde sus orígenes es por el reconocimiento del cuerpo femenino en toda su maravillosa y natural desnudez. Prefiero detenerme en algo peor. El que esta representante de Izquierda Unida se salte a la autora de la obra, doña Carmen Moreno Cantabella, a la hora de referirse a la responsabilidad moral de la obra de arte objeto de la polémica y prefiera presentar cargos directamente contra el consejero de Cultura, revela en toda su crudeza el tipo de consideración que le merece la persona, la mujer que ha pintado aquello, la única que está en condiciones de explicar el sentido de su obra y de hacerse cargo de las glorias y penas morales que su obra conlleva. Desde luego, resulta tremendo que a esta neocomunista que se dice feminista ni se le haya pasado por la cabeza que la responsable de los mensajes morales, o inmorales de la obra de arte sea su autora. Como si doña Carmen Moreno Cantabella fuese una menor de edad, una irresponsable, un animalillo incapaz de rendir cuenta de las implicaciones morales presentes en sus obras. La encargada de asuntos de la mujer de Izquierda Unida ha escamoteado toda la dignidad humana (toda la libertad y responsabilidad) a una mujer artista ¡en nombre del feminismo! y se ha quedado tan despachada. Y en su partido la habrán felicitado por ello, seguro.

Digamos, por si alguien aún no se ha dado cuenta, que al consejero de Cultura y a su equipo se le pueden pedir responsabilidades por la idea de exhibir arte contemporáneo, en general; se le debe exigir, también, que dicho arte subvencionado no traspase ciertos límites, que son los que vienen marcados por el código penal: la injuria, la calumnia, la apología del terrorismo, o de la pederastia, o del racismo, etc.; cabe, también, exigir una cierta calidad a lo que se paga con dinero de todos; y, sobre todo, a los gestores públicos se les puede y debe demandar limpieza y rigor en los procedimientos administrativos que conllevan los contratos, la tramitación de las facturas, etc. Pero a nadie se le ocurre que deban responder por el contenido moral de cada obra, siempre y cuando, ya digo, no se traspasen los límites del código penal. Y en España, de momento, pintar desnudos no está prohibido.

Tal vez lo que le haya pasado a doña Victoria es un episodio más de las relaciones perturbadas que mantiene la izquierda murciana con la consejería de Cultura. Enfrentados a una gestión cultural que no se había dado nunca en esta Región (ni fuera de ella), la izquierda no sabe si falta o sobra censura; se lamenta de exceso de gasto y de falta de presupuesto; dice que es facha y vanguardista; elitista y populista, y pide dimisiones por mil cosas y sus contrarias. La izquierda murciana, huera de ideas y de modelos de gestión cultural, pierde siempre los papeles ante la consejería de Cultura y se ve abocada a una suerte de pornografía intelectual consistente en desnudarse de razones, airear impúdicamente los sentimientos y actuar en todo momento con el sentido de la lógica de la gata Flora, que si se la meten, grita, y si se la sacan, llora.

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