Estoy cada vez más convencido, según me llega información histórica, que lo que se entiende por leyenda, es una realidad contrastada. Me refiero a la tumba del general romano Gneo Cornelio Escipión en la cumbre del Cabezo de la Jara, en el límite murciano de Puerto Lumbreras con Andalucía. Desde aquella altura de más de 1.200 metros, se divisa una panorámica sorprendente. Dice el viajero Fernando Palanques Ayén, en 1905 después de llegarse a la atalaya en busca de los restos romanos y admirando el paisaje: "No satisfechos aún con la contemplación de aquel panorama tan bellísimo que se domina a simple vista, mi compañero se apresuró a desenfundar un flamante anteojo que a prevención llevábamos y lo enfocó hacia la parte de Levante: 'Mira... y admira', me dijo al cabo de unos segundos. El óptico instrumento pasó de sus manos a las mías y puse el objetivo en la dirección indicada. El espectáculo era, en efecto, sublime y encantador. A través de una atmósfera cristalina, diáfana, primaveral, se ofreció a mi vista la masa ingente de las plomizas sierras de Almenares, de Espuña y de Carrascoy, como sirviendo de escalonado confín al rizado manto de esmeraldas de la espaciosa huerta lorquina. Empero mi admiración subió de punto, al columbrar entre aquellas sierras, y como destacándose del fondo de la verde alfombra del vergel paradisíaco de su vega, la esbelta y bellísima torre de la catedral de Murcia". A tal panorámica debe añadirse la línea azulina del mar en las cercanías de Águilas.

Varias cuevas en las que se encontraron objetos romanos cuyo primer paradero es conocido, han sido protagonistas de mapas y croquis de estudios sobre las guerras púnicas, y en todos ellos aparece la llamada Cueva o Sepulcro del Escipión. Así lo cuentan: "En la mayor quietud y oscuridad de la noche, sin que lo sintiesen los africanos, levantó su campo, atravesó la frontera occidental de la Deitania, y anduvo como unas tres leguas camino de Lorca, por la Rambla de Nogalte... En amaneciendo, se hallan sin adversario los tres ejércitos de Cartago ya reunidos, y mandan en persecución del de Roma a los númidas, que ahora yéndole detrás, ahora atajándole, consiguen antes de la noche obligarle a torcer a mano diestra, en busca de sitio elevado, a pararse y fortificarse mal y de cualquier manera... Llegan al otro día todas las demás fuerzas bereberes y deshacen a los romanos que se desbandan en precipitada fuga. Cuales fueron pasados a cuchillo, y muy pocos, entre ellos Gneo Cornelio Escipión, se refugiaron en una torre próxima, sobre el Cabezo de la Jara. Rodéanla prontamente de cortados pinos, retama y jara los enemigos, y encienden implacable hoguera, que abrasa a Gneo y a cuantos allí esperan salvarse"...

Tres siglos después el Cabezo de la Jara seguía llamándose Rogum Scipionis; pasados dos mil años se llamó Hoguera de Escipión. Cada vez más, la leyenda se confunde con la historia.

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