Soy una delincuente, lo confieso. No sé qué día crucé la difusa barrera que separa el Bien del Mal, pero ahora sé que fue el peor día de mi vida. Todo está borroso en mi memoria... Sólo recuerdo que no podía pensar con claridad. Una fuerza superior se apoderó de mi voluntad y me obligó a cometer el delito más atroz del que es capaz un ser humano. Nunca olvidaré aquel 'clic'. Ahora me arrepiento profundamente, pero en su momento aquella acción ilegal me provocó tal subidón de adrenalina, que todavía estoy intentando desengancharme. Lo confieso: me descargué de gratis el Colgando en tus manos de Carlos Baute y Marta Sánchez.

Desde entonces, tengo pesadillas todas las noches. La ministra Ángeles González-Sinde me señala con el dedo y dos fornidos y apuestos agentes de la Benemérita me llevan al trullo y me obligan a tragarme un maratón de películas piratas de José Luis Garci.

Afortunadamente, en cuanto me despierto me viene a la cabeza ese gran hit de nuestro tiempo y se me pasan los sudores fríos. Esa singular melodía me acompaña allá donde voy. "Te envío poemas" en la cola del banco, "de Cuatro Cuarenta" en el trabajo, "cuidado, cuidado..." mientras me hacen las brasileñas...

La ministra Ángeles González-Sinde no me da buen rollo. De hecho, me da un poquito de canguelo. Que la saquen a una de hacer películas y, sin comerlo ni beberlo, la pongan a dirigir un ministerio no puede ser bueno. Es como si al doctor Vilches lo nombran jefe de Neonatología del Gregorio Marañón. Por eso he decidido unirme al grupo de facebook 'Pocoyó, ministro en lugar de Ángeles González-Sinde'. También pertenezco al 'Yo también quiero que Ramoncín luche contra la piratería en Somalia', soy la miembra 56.153.

Está claro que la culpa es mía. Con referentes culturales como Leonardo Dantés y Chayo Mohedano es normal que no alcance a entender el elevado concepto de 'propiedad intelectual' que enarbolan nuestros autores. Estoy convencida de que la última película de la ministra, Mentiras y gordas (2009), pasará a los anales de la cinematografía patria y que la excelsa obra del Rey del Pollo Frito bien merece un cargo vitalicio en la SGAE, pero yo, personalmente, no pagaría un duro por ninguna de las creaciones 'intelectuales' de estos genios no frustrados (para nuestra desgracia). A lo más que llegaría sería a descargármelas de Internet, pero sólo por el morbo de imaginarme al cuerpo de la Benemérita poniéndome las esposas...

El mediático lamento de nuestros artistas y culturetas porque ellos 'no trabajan gratis ni por la gloria' y porque 'no pueden vivir del aire' es comprensible, pero caen en contradicción cuando comparan su trabajo con el de un albañil o un carnicero. Si un albañil se dedica a hacer el vago, es despedido sin contemplaciones y si un carnicero es sucio y maleducado, se va directo al puesto 3.923.604 de la cola del INEM.

En fin. Yo no digo que nuestros autores tengan que perder una mano en la guerra ni que deban morir en la indigencia después de cortarse una oreja, pero es necesario que acepten la selección natural del arte. Si un libro es bueno, se compra; si una película interesa, se va al cine; y si un disco merece la pena, pues se paga lo que haga falta por escucharlo. El 'proteccionismo artístico' es lo peor que le puede pasar a una sociedad que ha vivido tutelada y en régimen de minoría de edad durante 36 años.

Lo bueno del libre mercado es que es muy darwiniano. Los fuertes, los buenos y los inteligentes sobreviven. Los mediocres y chusqueros, no. La selección natural es necesaria para la propia supervivencia de la Cultura. Ministra, estamos colgando en sus manos. Renovarse o morir, como diría Rupert.