Querida hermana Mari Trini: En este fin de año y a ocho meses de tu muerte, no he podido resistirme a escribirte tras ver el balance que se ha hecho de 2009 en nuestra Región en el que, salvo en LA OPINIÓN, no se hace referencia a tu pérdida, aunque sí a la de otros ilustres y merecidos artistas murcianos, que pudieron desarrollar su carrera artística sin tener que abandonar nuestra tierra, pero que indiscutiblemente por ello no tuvieron la relevancia de tu figura, como se constató en todos los telediarios nacionales e internacionales el día que nos dejaste y en jornadas posteriores.

Yo era pequeño, pero con el tiempo sé que si tú no hubieras volado, en los años 60 y siendo mujer, nunca podrías haber conseguido llegar a ser la figura de nuestra tierra, sin duda, mas importante a nivel nacional e internacional como cantautora, dentro de nuestro patrimonio musical. Para esto tuviste que renunciar a tu vida familiar, parte de tu juventud, amigos cotidianos... pero todo lo hiciste siendo consecuente con tus ilusiones, luchando con las letras de tus canciones y siempre con palabras de amor y de esperanza en defensa de la libertad de la mujer y de las ideas en que creías y que tenías que defender en el momento que vivía tu generación.

Te pido perdón, porque yo fui el artífice que te hizo volver a tu tierra para pasar los últimos años de tu vida en Murcia, donde nunca pensé que fueran tan cortos; creí que ibas a tener el abrigo y reconocimiento de tantos años de sacrificio y éxitos mientras habías ido llevando a Murcia por todo el mundo. Te habías ganado, pensé, el reconocimiento que en tantos lugares cosechaste, pero que nunca son comparables con lo que pueden llegar a enorgullecerte los de tu tierra.

Te pido perdón por ilusionarte, a pesar de ver día a día la indiferencia con que fuiste tratada en tus últimos años dentro de la vida cultural de nuestra tierra y, a pesar de todo, te consolaba el calor de las gentes cuando paseabas por sus calles...

Siempre mantuviste tu discreción y... con la discreción de siempre llevaste tus sufrimientos, luchaste la última batalla contra el dolor, aferrándote una vez más a la vida, como siempre calladamente, pero esta vez tu cuerpo no pudo más y se rompió.

Querida hermana: a pesar de todo, estoy seguro de que con el tiempo nuestra tierra te hará el reconocimiento que te mereces por derecho. Un fuerte beso de tu hermano.