Ahora que el secuestro del Alakrana ha finalizado y que todos los pescadores a bordo -incluyendo los africanos, que los había, además de gallegos y vascos- se encuentran más o menos bien y en sus casas, convendría hacer balance para sacar algunas lecciones sobre lo sucedido y lo que está por suceder.

1. La gestión de la crisis. Lo más negativo ha sido el enésimo espectáculo dado por Gobierno y oposición, que si no tuviesen estas ocasiones para tirarse los trastos a las cabezas (de chorlito) se las inventarían. PP y PSOE han perdido casi totalmente la capacidad para distinguir lo que puede ser objeto de la pugna política y lo que son los asuntos de Estado al margen de cualquier disputa pública. La angustia de los familiares de los marineros secuestrados ha actuado de acelerador del incendio que ambos grupos han escenificado ante los medios de comunicación. La necesidad de apagar el fuego con un pronta liberación del pesquero y su tripulación ha puesto al Gobierno en clara situación de inferioridad a la hora de negociar las condiciones del rescate. Los representantes de los intereses de los piratas -no es ningún secreto que son bufetes de abogados londinenses- conocían perfectamente la situación y no habrán dejado de aprovecharse de ella para subir el precio del rescate y, por lo tanto, de su comisión.

2. La existencia de bufetes de abogados encargados de hacer llegar los fondos a los piratas -nadie puede creerse que más de dos millones de dólares hayan sido arrojados en un saco desde una avioneta a la cubierta del Alakrana para que los treinta desdichados asaltantes se los repartiesen in situ- deben ser perseguidos como cómplices necesarios de un macabro negocio de secuestro y extorsión. No puede ser muy difícil llegar hasta ellos. Si el Reino Unido no colabora, ha llegado el momento de poner en juego el principio de jurisdicción universal que tantas ocasiones de lucimiento ha dado a algunos jueces españoles. Este caso es, quizás, de menos relumbrón, pero muy necesario. Anímense los garzones a meterle mano.

3. Somalia, un Estado fallido. Se ha repetido hasta la saciedad que el país africano es un Estado fallido y que por eso es imposible controlar la piratería que infesta las aguas cercanas a sus costas en el océano Índico. Cierto. Pero no menos cierto es que su condición de Estado fallido es también la que facilita a los atuneros pescar sin ningún tipo de regulación: paradas biológicas, cupos de capturas, licencias para faenar, etcétera. ¿Por qué los atuneros españoles -con bandera de las Seychelles, roja y gualda o ikurriña, tanto da- van a faenar precisamente a esos lugares tan peligrosos? ¿Por qué les resulta rentable, pese a las elevadas cifras de seguros que probablemente tienen que pagar o, recientemente, las caras facturas de los servicios de protección con armas de guerra que llevan a bordo? ¿No existen otros caladeros donde capturar atún sin tantos costes materiales o humanos? La respuesta a todas estas preguntas es que donde hay un Estado que merezca el nombre de tal, se regula con más o menos acierto la pesca para que esa riqueza no sea esquilmada por las actividades de los más peligrosos predadores del océano, que son los buques de pesca equipados con tecnología punta para localizar y capturar los bancos de peces. Todo el que tenga años y memoria recordará el conflicto hispano canadiense por el fletán, preciada especie que los pescadores españoles estaban dispuestos a esquilmar y los canadienses a defender hasta con actos de piratería militar como fue la captura, en marzo de 1995, del pesquero gallego Estai, que faenaba fuera de las doscientas millas de exclusividad económica del país norteamericano. Pero la pesca del fletán quedó regulada y con ello se evitó, sin duda, el agotamiento de los bancos del preciado pez en Terranova.

4. El eslabón débil de la cadena son los que van bordo de los pesqueros. Trabajadores que muchas veces no tiene elección. Conozco el caso de un capitán de pesca que había encontrado como ocupación para sus últimos, y pretendía tranquillos, años laborales el mando del yate de un rico constructor. La crisis que todo lo devora, especialmente todo lo situado en los aledaños del ladrillo, lo puso inopinadamente en el paro y, de no haber mediado un golpe de fortuna, a estas horas estaría a bordo de un barco como el Alakrana poniendo a prueba su hipertensión no apta para sustos de abordajes, porque no encontraba otro puesto de trabajo con el que llegar su cercana jubilación. Y si esto es así con los tripulantes que van en el puente de mando, los marineros tienen mucha menos capacidad de elección.

5. Ley y orden. Es la única solución. Acabar con los bufetes de abogados que se lucran con los secuestros. Esos son los verdaderos piratas que hay que perseguir en primer lugar. Conseguir que en Somalia, como en otros tantos lugares del tercer mundo, haya algo parecido a un Estado. Eso pacificaría el Índico y ayudaría a regular las pesquerías, evitando de paso el peligro de sobreexplotación de los túnidos.

blogs.laopiniondemurcia.es/

vueltadetuerca