Ni un burlador Mañara ni un Bradomín he sido ya conocéis mi torpe aliño indumentario- más acepté la flecha que me asignó Cupido y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Así escribía Antonio Machado en un poema más o menos autobiográfico, para mí gusto demasiado explícito, ligeramente prosaico y monorrítmico en exceso, algo más que en su tiempo ya no se llevaba.

Tiene el mérito, sin embargo, de referirse al personaje de Don Juan, tan en boga por estas fechas en casi toda España. Pero sin nombrarlo ni citar ninguno de los títulos de las obras que lo tienen de protagonista, ya sean la de Lord Byron, Molière, Tirso y otros. Posiblemente, el autor de 'Campos de Castilla' quiso evitar con ello que se le tomara por uno de los fans de Zorrilla por 'El convidado de piedra', obra en la que se dan cita que todos los ripios posibles. Verbigracia: "¡Oh!... si es quien me dora el pico/ Muy rico./ ¿Y qué nombre usa el galán?/ Don Juan./ ¿Sin apellido notorio?/ Tenorio./Ánimas de Purgatorio/ ... y cosas así, capaces de reventarle al más pintado.

Don Juanes, como se ve hay varios, siendo mi preferido el de Cervantes, que, por cierto, no se titula Don Juan ni el Convidado de piedra ni nada de eso, sino 'El rufián dichoso', cuyo protagonista ni siquiera se llama Juan, sino Lugo.

Se trata de una obra en la que se intenta demostrarnos que un punto de contricción no es suficiente para dar a un alma la salvación por toda la eternidad, como se nos quiere hacer creer en el drama zorrillesco.

Sin embargo, dicha obra posee una virtud de la que carecen casi todos los demás 'donjuanes'. Consiste en recrearnos el clima de matonismo y fanfarronería que el tema requiere: "A quien quise provoqué,/ con quien quiso me batí/ y nunca consideré/ que pudo matarme a mí/ aquel a quien yo maté". Lástima de lo fácil y ramplona de la versificación.

Nada puedo opinar en cambio acerca de la ópera 'Juan Tenorio o el libertino castigado', de Godoni. Entre otras razones, porque soy un negado en cuanto a música clásica; a lo que hay que añadir que habré visto en toda mi vida, en directo, todo lo más media docena de óperas. 'La Traviata' en dos ocasiones. La segunda de ellas en Dresden ¡cantada en alemán! Horror... Lo mío, como sabrán algunos de mis lectores es el flamenco. Y estoy completamente convencido de que donde se ponga un cante por soleares en la voz de Fernanda de Utrera -que ya en merecida paz descansa- o en la de Camarón, ídem, los Mozart y los Beethoven nada tienen que hacer.

Sí es cierto, en cambio, que habría mucho que discutir acerca de si el flamenco es, o no, propiamente una música. Yo diría que es mucho más.

O sea que por encima de todas las músicas -o ni siquiera eso-, me quedo con unos tangos de Andrés Sánchez Torres, quien, además, es mi amigo, o con unas granaínas del profesor y filósofo Pepe Martínez, que también lo es.