Somos muchas las personas que sospechamos que algo turbio se oculta a la población en relación con la llamada pandemia de la gripe A. Se han escrito multitud de artículos e informes sobre el particular, pero hace unos días recibí un correo con un vídeo y otras informaciones sumamente clarificadoras sobre este asunto. En el vídeo, titulado Campanas por la gripe A (vimeo.com/6790193), Teresa Forcades, doctora especialista en Medicina Interna y en Salud Pública, y que actualmente profesa como monja benedictina en el monasterio de Montserrat, aclara que la gripe se manifiesta a partir de tres virus distintos, A, B y C, este último de menor morbilidad, y que la vacuna de la gripe común es una mezcla de A y B. Pasa a continuación a desmentir que el virus A/H1N1 de la gripe A sea una nueva manifestación. Ese virus fue el responsable, ya en 1918, de la epidemia de la llamada 'gripe española' que, como se sabe, causó veinte millones de muertes en todo el mundo, desapareció hacia 1957 y se resintetizó en 1977.

El virus de la gripe A, pues, no es nuevo; lo que es nuevo es su cepa viral. Pero desde el 15 de abril hasta mediados de septiembre sólo se han registrado 137 casos de mortalidad en Europa, cuando la gripe común causa en nuestro continente 40.000 muertes en años normales y 220.000 en años malos. A la vista de estos datos, se pregunta Teresa: ¿Por qué la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera pandemia a la gripe A, atribuyéndole un nivel 6, el mayor, y no a la gripe común?

Advierte, además, dos irregularidades no explicadas a la población: hace unos meses, la periodista Jane Bürgemeister denunció a la OMS y a varios Gobiernos por ocultar que Laboratorios Baxter había distribuido, desde su empresa filial en Austria, material de vacunación en mal estado (virus vivos de la gripe aviar se habían mezclado con el de la común) a dieciséis laboratorios de cuatro países, hecho descubierto, por casualidad, en un laboratorio de la República Checa. La segunda irregularidad fue el cambio por la OMS de la denominación de pandemia, al eliminar de la misma la necesidad de unas determinadas cifras de mortalidad asociada, cambio interesado para propiciar una cierta atmósfera de psicosis colectiva proclive a admitir, sin rechistar, la necesidad de la vacunación masiva.

En casos de crisis sanitarias, según Teresa, la OMS ha venido aplicando recomendaciones a los Gobiernos, pero, generado el clima de psicosis adecuado, lo que la OMS impone a los Gobiernos y a la población son 'órdenes', llegándose al caso de multas para quienes se opongan a las vacunaciones masivas prescritas. Es el caso de Massachusset, que prevé prisión o multas de mil euros/día para quienes se nieguen. ¿Se esconde tras esta crisis una suerte de nuevos intentos de control social y de restricción de derechos?

Pero, además, en esta mal denominada pandemia advierte Teresa tres novedades que la hacen distinta: 1. La OMS recomienda que se administre la vacuna en dos dosis, lo que, unido a la de la gripe común, puede llevar a que algunas personas ingieran en su organismos tres dosis virales, con efectos secundarios por determinar. 2. En las vacunas que se están fabricando se han introducido coadyuvantes, para multiplicar su efecto por diez, y menos antígenos, para posibilitar, así, su distribución masiva (4.600 millones de dosis), a pesar de conocerse que esos coadyuvantes pueden llegar a producir enfermedades indeseadas (parálisis ascendente). 3. Las compañías farmacéuticas están forzando acuerdos para que los respectivos Gobiernos las exoneren de responsabilidad legal si estas vacunas causan efectos indeseados.

Teresa considera que, de no haberse cortado a tiempo la distribución de las dosis puestas en circulación por los laboratorios Baxter, tendríamos ahora una auténtica pandemia, pues se habrían inoculado masivamente a toda la población virus altamente activos. Por ello, antes las dudas razonables existentes sobre la seguridad de las vacunas que se piensa distribuir, reivindica el derecho de la ciudadanía a rechazar la vacunación obligatoria y pide para quienes la acepten, así como para sus familias, la posibilidad de exigir responsabilidades políticas en caso de enfermedades graves sobrevenidas e incluso la muerte.

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