Supongo que conocerán ustedes el juego de la gallinita ciega. En este juego, todos los participantes se cogen de la mano para hacer un corro, excepto el participante elegido para hacer de gallinita ciega, que se coloca en el centro del corro con los ojos vendados y al que se le dan tres vueltas para desorientarlo. Mientras los participantes del corro comienzan a girar cantando una canción, la gallinita ciega tiene que intentar pillar a alguno de esos participantes y palpar su cara para descubrir quién es. Pues bien, no sé por qué extraña razón, a mí, el juego de la gallinita ciega me recuerda muchísimo a la política económica de Zapatero. Zapatero, por supuesto, es la pobre gallinita ciega, que intenta pillar desesperada a alguno de los participantes del corro, que no son más que la cantidad de problemas económicos que giran sin control por nuestro país.

Dice el presidente del Gobierno que él no improvisa, que no gira detrás de los problemas como una gallinita ciega, sino que da respuestas a situaciones concretas. Sin embargo, sus actuaciones demuestran todo lo contrario. Un claro ejemplo es la ampliación de las prestaciones a personas que quedaron sin subsidio hasta el mes de enero, cuando en un principio iba a ser desde agosto. O la promesa electoral de bajar los impuestos, cuando ahora se está pensando en aumentarlos. O la ayuda universal de los cuatrocientos euros que ahora hay que devolver. Tal vez esto no sea improvisación, pero desde luego sí supone una clara falta de previsión.

De hecho, el resultado de las actuaciones en materia económica de nuestro Gobierno se resume en un déficit público que quintuplica al de Francia o Alemania, una producción que cae en picado mes a mes y el aumento incontrolable del paro. Sin embargo, yo no observo estrategias para cambiar el obsoleto modelo productivo, no observo medidas para contener el gasto público, no observo modelos para fomentar el empleo. A cambio de esto, tenemos prestaciones; prestaciones para comprar o alquilar vivienda, prestaciones para mujeres que dan a luz, prestaciones para desempleados, prestaciones para la adquisición de libros, prestaciones para la dependencia.

Sin embargo, las prestaciones, en muchos casos, son los sustitutivos de la justicia social, y sólo generan, en otros muchos casos, parasitismo. Tenemos prestaciones porque tenemos un millón de viviendas en stock y millones de jóvenes sin casa por culpa del abusivo precio de las viviendas. Pero ahí, nadie interviene. Tenemos prestaciones porque el 63% de los españoles cobran un vergonzoso sueldo de mil euros y porque las pensiones son miserables. Pero ahí, nadie interviene.

Y también tenemos prestaciones porque la señorita Leire Pajín, socialista de bien, con tan sólo 32 añitos, puede llegar a cobrar 20.000 euros al mes -lo mismo que veinte españoles medios o que cincuenta pensionistas-, de los cuales, 1.823 corresponden al concepto de gastos de manutención y alojamiento, cuando en realidad la buena mujer reside en donde trabaja. Pero ahí, nadie interviene. Por esta razón no dejo de ver en las medidas de Zapatero y en sus prestaciones cierto clientelismo electoral, cierto populismo barato. Demos migajas a los miserables mientras nosotros nos enriquecemos.

En fin, puede que Zapatero sea el peor gestor de toda la historia de España. O quizá de la humanidad, incluido Nerón. O puede que no. Pero lo que es seguro es que la mirilla del socialismo la tiene completamente desviada, como una pobre gallinita ciega.