Alejandro Valverde se quedó ayer sin munición en su cuarta y última participación en unos Juegos Olímpicos. El ciclista murciano, que llegaba a la prueba en línea como uno de los favoritos, se quedó sin fuerzas en el duro y exigente recorrido de la carrera, concluyendo en la trigésima posición de la clasificación tras quedarse descartado de la lucha por las medallas antes de lo esperado.

Quien sí atrapó el oro que tanto anhelaba el murciano fue el belga Greg Van Avermaet, quien junto a la playa de Copacabana, logró un triunfo en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro tan afortunado como merecido, ya que fue uno de los ciclistas más brillantes en la parte decisiva de una prueba de 237 kilómetros durísima y en la que le acompañaron en el podio el danés Jacob Fuglsang y el polaco Rafal Majka.

A Van Avermaet, y también a Fuglsang, le benefició una caída a 12 kilómetros de la meta del italiano Vincenzo Nibali y el colombiano Sergio Henao, acompañantes de Majka en el trío cabecero que iba camino de repartirse las medallas.

Pero quizás no se habrían caído ambos corredores -Majka se salvó por los pelos- en la peligrosa bajada de Vista Chinesa si por detrás Van Avermaet no les hubiese presionado tirando como un poseso de un grupo perseguidor en el que también iba Joaquim ´Purito´ Rodríguez y en el que el belga asumió la responsabilidad por su condición de hombre más rápido.

Purito trató de salvar la decepción española y acabó quinto superado por Julien Alaphilippe en el sprint del grupo perseguidor de los tres primeros, pero un puesto de finalista sabe a poco a una selección que aspiraba al oro y tenía en Alejandro Valverde al principal favorito en sus filas.

Pero al corredor murciano no le funcionaron las piernas, no tuvo reparo en reconocerlo, e intentó reciclarse en un gregario para Purito, al final sin demasiado éxito. En la escuadra de Javier Mínguez destacó especialmente Jonathan Castroviejo, que se vació durante 180 kilómetros para que sus líderes aprovecharan una oportunidad que al final no acabó de plasmarse.

Van Avermaet (Lokeren, 1985) dio un recital en los últimos 20 kilómetros, sólo comparable al del italiano Vincenzo Nibali, que apuntaba a oro pero que acabó por los suelos.

En un gran movimiento táctico, en la segunda bajada a Vista Chinesa, a 22 kilómetros de la meta, Nibali se vio en un grupo de doce corredores, con dos compatriotas y sin españoles ni el otro gran candidato al triunfo, el británico Chris Froome.

El italiano fue seleccionando el grupo con diversos ataques, el que parecía decisivo después de que Purito los alcanzase en la subida al Alto de Canoas, la exigente primera media subida a Vista Chinesa y prácticamente otro puerto.

Pero al italiano y a Henao, que fue como su sombra y que se había filtrado en una fuga de cinco a 71 kilómetros de la llegada cuyas consecuencias fueron nefastas para España, les abandonó la pericia y la suerte, como un rato antes al australiano Richie Porte en ese mismo sitio y les robó -acabaron desolados sentados en la carretera- el sueño del título olímpico.

Un título que fue para Van Avermaet, que también había provocado el último corte en el grupo perseguidor de Majka, al final bronce como se presumía cuando iba con Nibali y Henao. En la pelea por el oro, con Majka entrando casi de paseo, reventado y sin opciones, Van Avermaet hasta sacó de rueda a Fuglsang. Por detrás, Purito intentó ser cuarto pero se le adelantó Alaphilippe.

La carrera fue espectacular desde el principio, con una escapada sin cumplirse la media hora de carrera de seis corredores, entre los que se encontraban el polaco Kwiatkowski, campeón del mundo de 2014, y el colombiano Pantano, que hizo trabajar para evitar disgustos posteriores a España, Italia y Gran Bretaña, las selecciones de los grandes favoritos.

Gran trabajo, en ese sentido, de Castroviejo, de Marqui, Poels y Stannard, que fueron reduciendo paulatinamente los casi 8 minutos que lograron los fugados, además de Kwiatkowski y Pantano el suizo Albasini, el alemán Geschke, el noruego Bystrom y el ruso Kochetkov.

Pero no quedaron solo en eso los 140 primeros kilómetros, ya que el circuito tenía muchos obstáculos preparados, como un tramo de pavés en el que muchos dieron con sus huesos en los suelos y se contabilizaron infinidad de problemas físicos y/o mecánicos. Una caída de un corredor iraní asustó cuando se produjo.

Entre ellos, quizás el propio Froome, que cambio de bicicleta a 99 kms. de meta. Mollema también sufrió lo suyo. Quien no lo hizo fue Tom Dumouline, que abandonó en el km.10 para preservarse para la crono del miércoles.

Hasta abanicos hubo en esa trepidante primera mitad de carrera. Provocados por los checos, el pelotón cabecero se partió en tres y, aunque Valverde y Purito no entraron en el corte delantero, Froome, su escudero Thomas, Cancellara y Gilbert quisieron dar continuidad a a la aventura, pero España reaccionó bien y solventó rápidamente la situación.

Pero con el sexteto por delante, la carrera se decidió como estaba previsto en el otro circuito, el de Canoas. Tanto las subidas como las bajadas al alto de Vista Chinesa, en realidad dos puertos en uno, precedieron la durísima primera subida a Canoas.

Allí se movió bien Nibali liderando a una Italia poderosa, pero al Tiburón de Messina, y también a Henao, le abandonó la suerte que tuvo Van Avermaet. Aunque el belga se la mereció como nadie para abrillantar un palmarés meritorio pero no espectacular que contaba con dos victorias de etapa en el Tour de Francia, una en este 2016, un en la Vuelta a España y triunfos también en la Tirreno-Adriático y la París-Tours.