Normalmente, en Río, la resaca viene después del carnaval. Esta vez, no. En la ciudad de los Juegos Olímpicos que arrancan el 5 de agosto, hace tiempo ya que la gente se levanta cada día con un enorme dolor de cabeza. Un ataque depresivo recorre la ciudad de la samba y del tudo bem (todo bien), incluso en las playas y las cafeterías de la acomodada zona sur, donde una clase media amenazada por la recesión más grave de la historia del país ve más cerca que nunca las favelas, que acechan en las montañas entre la exuberante vegetación. "El estado de ánimo de los cariocas está por los suelos", resume Joel Birman, célebre psicoanalista, en su despacho en el próspero, pero a veces neurótico, distrito de Gavea.

En la Igreja Universal do Reino de Deus, un pastor evangélico ofrece su terapia a los residentes de decenas de favelas de la ciudad o de la lejana periferia obrera que vienen todos los días a la zona sur a trabajar. "Yo bebía, me gustaba la juerga. Esta iglesia me ha salvado" , dice Luis, ayudante de cocina por 300 euros al mes, sentado en la última fila de la iglesia. "Ahora sólo me preocupa la próxima vida", afirma. Es una preocupación compartida. Mientras los 15.000 deportistas y el medio millón de turistas que se espera se preguntan si Río va a dar la gran fiesta prometida, el verdadero problema es otro: ¿habrá vida para Río de Janeiro después de la quincena olímpica?

Una vista de la ciudad (tomada en el 2013), en que se ve el estadio João Havelange, que acogerá las pruebas de atletismo.

Hay una huida de familias de la clase alta, en parte por la percepción de que ha vuelto la violencia a las calles, aunque los expertos afirman que Río es mucho más segura que diez años atrás. Lo cierto es que la gente de Río, siempre generosa con los deseos de otros de disfrutar de la pasmosa belleza de su ciudad, no decepcionará a los visitantes. "Los turistas encontrarán la fiesta que buscan, pero también las protestas", prosigue Birman. Es la nueva faceta del desenfadado carioca.

Manifestaciones y protestas previas a las Olimpiadas

Al igual que antes del Mundial de fútbol del 2014, las manifestaciones forman parte de la vida cotidiana preolímpica, desde la ocupación de decenas de escuelas por sus alumnos, hasta los movimientos a favor y en contra de la destitución de Dilma Rousseff. Mientras tanto, las élites de los distritos más cotizados de la zona sur están "votando con los pies": "Estamos viendo una hemorragia de integrantes de la élite y la clase media alta que van a Miami, Lisboa, Nueva York; muchas familias judías se han marchado a Israel", explica Rob Muggah, del Instituto Igarape, especializado en seguridad.

Las clases altas perciben que ha aumentado la inseguridad y han huido del centro de la ciudad

Esta huida se debe en parte a una percepción generalizada de que ha vuelto la violencia a las favelas y las calles, tras el éxito en años anteriores de las políticas de pacificación. Se ha desplegado la operación de seguridad más grande de la historia olímpica -85.000 policías y guardias de seguridad privados reforzados por las fuerzas armadas- para que los atletas y los aficionados vuelvan a casa sanos y salvos. En realidad, el número de homicidios ha caído un 65% desde el 2009. "Se ha registrado un pequeño repunte en los dos últimos años, pero hay un poco de histeria en la clase media y la élite; Río es mucho más segura ahora que hace diez años", afirma Muggah.

En cualquier caso, las principales víctimas de la violencia en la ciudad más desigual de todas son sus habitantes, sobre todo los negros de los barrios populares, en la periferia y las favelas. El mayor peligro para un turista olímpico puede ser el humor de perros de un policía al que han obligado a aceptar la mitad del salario mensual por los recortes presupuestarios.

Cualquiera que sea su posición en la sociedad de Río, algo sí comparte la mayoría en la valoración de los Juegos: son un lujo que la ciudad no puede permitirse. Cuando medio millón de personas bailaron bossa nova y samba en el 2009 en la playa de Copacabana para celebrar la nominación olímpica, Brasil creía que por fin valdría el título de aquel libro de Stefan Zweig de 1941: País del futuro.

La economía se da la vuelta

Cuando en el 2007 presentó la candidatura, la economía crecía al 6%, con la inflación en torno al 4%. Pero, al igual que ocurrió con la previsión de Zweig, el presente deja mucho que desear. El PIB cayó el 3,8% en el 2015 y la inflación se acerca al 9%. La economía de Río, dominada por la gigantesca petrolera Petrobras, ha sido golpeada más que otras por el colapso del precio del petróleo, que aniquiló los ingresos por regalías del Estado.

Hace dos meses, el estado de Río se declaró en quiebra y suspendió el pago de pensiones y salarios de los funcionarios, entre ellos los policías. Los bomberos protestan que no tienen gasolina para sus vehículos. Tras declarar el estado de calamidad en Río, el Estado federal le transfirió 3.000 millones de reales (805 millones de euros) para cubrir necesidades de seguridad, lo que incluye salud y transporte.

El colapso del precio del petróleo ha propiciado una crisis económica a la que se suma la inestabilidad política

No es de extrañar, pues, que cueste ya hallar a alguien que justifique el gasto de 39.000 millones de reales (según la última estimación), 10.000 millones de euros, en los Juegos. "Soy profesor de Educación Física, pero me he opuesto a los Juegos desde el inicio", dice Bruno Rodrigues, de 39 años y que da clases en el Club Piraquê, en Lagoa, "Brasil es un país con graves problemas de salud y educación; esto no es Barcelona, tenemos otras prioridades".

El calvario económico de la ciudad sólo se ve superado por una crisis política de dimensiones colosales. La operación anticorrupción lava jato (lavacoches), sobre sobornos pagados por ejecutivos de Petrobras, que ha tumbado a Dilma Rousseff, pese a que ella no está involucrada, resultará tan devastadora para Río como para Brasilia, la capital. Nada menos que el 82% de los políticos en el Parlamento estatal han sido investigados.

La lacra de la corrupción

Las redadas judiciales se centran en sobornos pagados por las grandes constructoras de las obras olímpicas como Odebrecht, OAS y Andrade Gutierrez. "Se ha creado negocio para grandes constructoras, inmobiliarias, bancos, pero la educación y la sanidad públicas están en crisis y han abandonado el compromiso de urbanizar (asfaltar, construir alcantarillas) las favelas", señala Orlando Santos Júnior, especialista en plani-ficación urbana de la ¬Universidad Federal de Río y uno de los autores de un nuevo informe de un grupo crítico con los JJ.OO.

La contaminada bahía de Guanabara, que acogerá pruebas náuticas.

Tras reducirse la pobreza un 60% en la primera década del siglo, Río -la ciudad más emblemática de la extrema desigualdad que se extiende por el mundo- está en involución. "Por mucho que hablen del legado positivo de los JJ.OO., nos quedamos con una ciudad aún más desigual que antes", dice Santos.

Dos de los principales focos de urbanismo olímpico han levantado polémica por su discutible legado. El primero, Puerto Maravilla (Porto Maravilha), que pretende reproducir el éxito de Barcelona´92, con museos de arquitectos de renombre, carreteras soterradas para abrir el distrito al mar y nuevos espacios públicos. Pero si en Barcelona se respetó el pasado, en Porto Maravilha se trata de enterrarlo. En el muelle, en una zona conocida como 'la pequeña África' donde desembarcaron siete millones de esclavos entre los siglos XVII y XIX y donde nació la samba, se ha construido un ostentoso museo del futuro, diseñado por Santiago Calatrava. "El Museo del Mañana es la prueba de que si el pasado es negro no interesa a nadie", sentenció Ronislo Pacheco, de la ONG Viva Río.

Cualquiera que desvíe su mirada del efectista edificio blanco, cuyas alas se abren y cierran cada día, puede ver cientos de desechos, botes de metal y plástico, acumulados en torno al muelle. Será una sorpresa desagradable para los turistas olímpicos. Pero la contaminación en la bahía de Guanabara, donde se celebrarán varias pruebas acuáticas como vela y piragüismo, no es novedad para los millones de habitantes de barrios de la zona, acostumbrados a una descarga de 18.000 litros de aguas fecales por segundo, el 70% de ellas sin tratar.

"Nos quedamos con una ciudad más desigual", dice un experto en urbanismo crítico con los Juegos

Más al norte, el icónico estadio Maracaná se ha convertido en el perfecto símbolo de la olimpiada antipopular tras una rehabilitación de coste desorbitado realizada por Odebrecht y otras empresas, que ha supuesto la desaparición de su famosa gradería Geral (general), donde los favelistas podían ver un partido por un real.

Sin embargo, el barrio olímpico que más motivos da para acudir al psicoanalista o al pastor evangélico es Barra da Tijuca, un conjunto de urbanizaciones de playa a 20 kilómetros de la zona sur, adonde se llega por una carretera atascada, aunque una nueva línea de autobús rápido y la prolongación del metro desde Ipanema pueden facilitar el viaje. Aquí se ha erigido el Parque Olímpico, al lado de los áticos de futbolistas como Romário y enormes centros comerciales de marcas de lujo y gélido aire acondicionado.

El estadio de atletismo, el complejo acuático, el centro de artes marciales, el multicolor centro de tenis y el velódromo, pese a las dudas, estarán todos terminados. La villa de los atletas es una urbanización de 30 edificios de 17 pisos y 3.600 apartamentos. Pese a las investigaciones sobre corrupción de las constructoras, los nuevos bloques -uno de los cuales está inspirado supuestamente por la estética barcelonesa (Miró, Gaudí...) y se llama Viure- se venderán por precios de entre 200.000 y 500.000 euros. Son promociones del multimillonario inmobiliario Carlos Carvalho Hosken, que compró los terrenos a precio de saldo en 1973. Odebrecht es otro socio.

Unos soldados patrullan en Copacabana: el despliegue de seguridad es el mayor hecho en la historia de los JJ.OO.

Barra da Tijuca es el proyecto olímpico más fuertemente respaldado por el alcalde Eduardo Paes, político curtido en barrios al oeste de Barra, gobernados por las milicias de expolicías y militares. Paes ha abanderado las iniciativas público-privadas para, supuestamente, minimizar el coste para el Estado de los Juegos. Pero para muchos, es culpable de regalar terrenos públicos a especuladores. "Todos esos bloques se construyen sobre terreno público, y se van a forrar", apunta Luis Claudio Silva, uno de los pocos residentes de la ciudad de Vila Autódromo, en el viejo circuito de Fórmula 1.

Las obras de las Olimpiadas, foco de especulación

Silva señala la actividad frenética de construcción al otro lado de vallas llenas de grafitis que denuncian la especulación de los Juegos y el desalojo de cientos de familias en el barrio, ahora un paisaje apocalíptico de casas medio destruidas conforme las familias aceptan la indemnización y se van.

Aquí en Barra estrenó sus artes maquiavélicas Eduardo Cunha, impulsor de la destitución de Rousseff y que está siendo investigado por supuestos sobornos pagados por OAS, con relación a la concesión de diversas obras olímpicas, entre ellas la limpieza de las turbias aguas de la laguna. "Barra se transforma en un nuevo foco económico; las mejoras del trasporte garantizan una oferta de mano de obra", dice Santos.

Quizá lo más irónico de las instalaciones olímpicas en Barra es el conjunto de campos de golf construidos en una reserva natural junto a una de las lagunas. Fue una decisión polémica, porque el golf es un deporte practicado por la élite. Pero, al tratarse de los primeros JJ.OO. en los que se incluye, el Comité Olímpico insistía en una buena instalación. Pero Barra da Tijuca es una zona de lagunas contaminadas e infestadas de mosquitos (al menos, hasta las últimas fumigaciones) y esto ha saboteado la apuesta olímpica por el deporte más lucrativo desde el punto de vista del marketing. Cinco golfistas, entre ellos el campeón mundial Rory McIlroy, se van a retirar de los Juegos por miedo al zika, virus trasmitido por mosquitos.

La amenaza para los atletas y turistas olímpicos del virus del zika, que transmite un mosquito, es baja

La paradoja es mayúscula porque los atletas, alojados en sus flamantes apartamentos con aire acondicionado, apenas corren riesgo. La zona ha sido fumigada repetidamente, y las temperaturas han bajado tanto en Río este verano que un resfriado puede ser un riesgo mayor para los deportistas que cualquier enfermedad tropical. La posibilidad de contraer el zika es de 1,8 sobre un millón, lo cual significa que uno de los 500.000 turistas puede contagiarse. El número de casos registrados en Río bajó de 2.116 en febrero a 208 en mayo.

Los verdaderamente vulnerables a las epidemias -hay nuevos brotes de dengue y chigungunya- son los habitantes de los barrios pobres. Pero en las favelas, el zika es un problema menor. "Me asusté al principio, pero ahora ya no", dice Tamires Cristina Braz, de 22 años y residente en la favela Morro dos Prazeres. Enfermó de zika embarazada de dos meses, y es consciente de que la enfermedad puede provocar graves deformidades en los cráneos de los fetos. Su marido se contagió de chigungunya. "No hay que exagerar", añade.