No se puede recomendar ni a los incondicionales del terror, que ya es decir, y es que no sólo no añade ingredientes originales que llamen la atención de una franquicia agotada por completo, la de 'Amityville' que comenzó en 1979 con la única aportación aceptable a la serie, 'Terror en Amityville' de Stuart Rosenberg, sino que aburre soberanamente de principio a fin, especialmente en una segunda mitad funesta que naufraga por completo. Se da así la paradoja que a pesar de su longevidad, nada menos que siete secuelas, los únicos aliados de la cinta son el tedio y el terror gratuito.

El director, el francés Franck Khalfoun, se movió con más soltura y habilidad en otro producto del género, 'Parking', que tenía mejores resortes para sembrar el miedo y la tensión. Rodada en el año 2015, aunque su estreno se ha retrasado en todo el mundo más de dos años, el propio guion define lo que nunca debe ser una secuela o segunda parte, una mera repetición disfrazada. Aquí se ha encontrado la fórmula para alargar la saga, simplemente reiterando crímenes terribles y tenebrosos que vuelven a tener lugar en la mansión fantasmagórica en la que murieron trágicamente asesinados los seis miembros de una familia más de cuarenta años atrás. El recurso es que cada vez que se alquila de nuevo la casa, comprada por gente inocente que ignora lo que sucedió, se pone de nuevo en marcha el reloj que marca el inicio de una tragedia colectiva. Aquí le toca esa terrible función a una madre, Joan, que necesita una mansión espaciosa en la que instalar a su hijo James, que se encuentra monitorizado en estado vegetativo pero que está convencida, al contrario que sus otras dos hijas y los propios médicos, que su pronóstico no es irreversible.

La cinta está vista desde la óptica de la hija mayor, la atractiva Belle, melliza de James, que descubre con estupor toda la realidad de la casa, que su madre ha optado por ocultar. En esencia, como puede atisbarse, nada que merezca seguir perdiendo el tiempo en un espectáculo devaluado al límite.