Es una película a la medida de Tom Cruise, no en balde es protagonista y productor, y responde plenamente a los cánones del más reciente cine de acción. Un producto estándar de dos horas de metraje que supone la segunda adaptación de una novela de Lee Child, en concreto de la que hace la número 18 de la serie dedicada a Jack Reacher, un ex militar convertido en investigador, que tuvo su primera entrega en 2012. La única novedad de peso en esta nueva aventura es que se ha cambiado al director, renunciando a Christopher McQuarrie que ha sido sustituido por el más conocido y cotizado Edward Zwick, que ya había dirigido a Cruise en 2003 en

'El último samurai'.

La sustitución no ha mejorado la entidad del producto, pero es verdad que tampoco la ha empeorado apenas, de forma que a pesar de algunos ligeros altibajos, el entretenimiento está asegurado. La revelación de la cinta, por partida doble, afecta a los dos personajes femeninos, ambos incorporados por actrices con todavía escasa proyección en la gran pantalla pero con indudable futuro, Cobie Smulders y Danika Yarosh. En el caso al que ahora se enfrenta Jack Reacher el perfil del personaje es casi idéntico al anterior, convirtiendo al mismo en una especie de detective que trabaja por libre y que se involucra en cuestiones muy delicadas y sumamente peligrosas por su condición quijotesca, sin buscar en absoluto nada que tenga que ver con el lucro personal. De ahí que el que fuera miembro de élite de la policía militar, retirado por motivos éticos y de conciencia, se ponga de inmediato del lado de la comandante Susan Turner cuando se entera, apenas la ha conocido, de que está detenida bajo la acusación de espionaje. Es un asunto, además, muy grave de corrupción que tiene que ver con la venta de armas al ejército enemigo en la guerra de Afganistán y que ha entrañado la muerte de soldados que estuvieron a las órdenes de Recaher.

Es el pretexto clásico para dar pie a que el héroe de turno haga de las suyas, sin contar con más refuerzo que el de la propia comandante inculpada. La acción entonces se multiplica y se hace pretendidamente espectacular, aunque sin lograr alcanzar una altura que eleve los niveles