Es un nombre, Yann Gozlan, para apuntar en la agenda porque tiene virtudes para erigirse en un espléndido director, especialmente su conocimiento de los resortes propios del thriller y el mantenimiento de una atmósfera de tensión que prende de principio a fin de la proyección. Y eso a pesar de que se trata tan solo del segundo largometraje de este cineasta, que había debutado en 2010 con Captifs, inédita en los cines españoles.

En su voluntad de forjar un relato sobre el tema específico de la identidad, responde plenamente a tres interrogantes vinculadas al mismo: cuál es el abismo que existe entre lo que eres y lo que aspiras a ser, qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo y cuál es el precio a pagar. Lo hace, además, sobre un guión que escribió el propio Gozlan jun to a dos colaboradores, que conecta con toda una tradición del cine negro clásico, especialmente con autores como Patricia Highsmith y películas sobre su obra del tipo de A pleno sol.

Con una más que convincente interpretación de un Pierre Niney que da siempre en el personaje. Estamos, por otra parte, ante la historia de un joven escritor, Mathieu Vasseur, que no puede ocultar la frustración de no haber podido ver publicado ninguno de sus libros, rechazados por las editoriales a las que ha enviado los manuscritos.

En esas circunstancias un hecho inesperado va a cambiar radicalmente su vida, ya que trabajando para su tío en una empresa inmobiliaria descubre en una casa cuyo propietario -un hombre sin familia que vivía solo- acaba de fallecer, un hipotético texto que cuenta sus experiencias en la guerra de Argel. Mathieu se queda tan impresionado al leerlo que decide hacerlo suyo. Naturalmente, no sólo no tiene problema alguno en encontrar editorial, sino que el libro se convertirá de la noche a la mañana en un best-seller que hará de él un escritor sumamente popular y prestigioso.