No está muy alejada de la pura tontería y es una alocada y poco o nada inspirada comedia de acción que ofrece la insólita peculiaridad de ser una secuela de la que en España no vimos la primera entrega, Vaya patrulla, que se estrenó en Estados Unidos en 2014 y que entre nosotros se encaminó directamente al mercado del videoclub.

Aunque no fue un éxito extraordinario en las pantallas estadounidenses, el hecho de que un producto tan modesto superase en todo el mundo los 150 millones de dólares llevó a sus productores a rodar de inmediato esta segunda parte con los mismos actores, la pareja afroamericana formada por Ice Cube y Kevin Hart, e idéntico director, un Tim Story que tiene en su filmografía títulos como Taxi. Derrape total, Los Cuatro fantásticos y En qué piensan los hombres.

El caso es que utilizando los recursos habituales de la pareja más o menos estúpida, en la que hay un listo que se las sabe todas y un tonto que lo hace todo mal, pero que finalmente conseguirá convertirse en poco menos que un héroe, el director ha sentado las bases de una película que resulta eficaz en el plano del humor para los incondicionales de dos actores, los citados Cube y Hart, que se mueven a sus anchas por un escenario harto esquilmado. Ambos incorporan a James y Ben, policías de la ciudad de Atlanta con muy diferente estatus, ya que mientras el primero ha logrado ya un prestigio entre sus colegas, el segundo todavía tiene que mostrar sus cualidades y virtudes para tener un futuro en el cuerpo.

El que lleva la voz cantante en la cinta es Ben, que está a punto de contraer matrimonio con Angela, que es precisamente la hermana de James, y necesita demostrar su valía y su profesionalidad. La oportunidad para Ben va a llegar cuando él y James son enviados a una misión muy delicada en Miami que debe culminar con la detención de un capo mafioso de la droga.