Su pecado, por así decirlo, no es solo que afronte una historia que ha sido llevada a la pantalla grande en infinidad de ocasiones, cual es la resurrección de Cristo, sino también las pocas hechuras dramáticas que demuestra y las excesivas influencias literarias de unos hechos que nunca adquieren la dimensión humana y épica que requería.

Tanto es así que la película pierde a menudo su capacidad para interesar y cae en fases poco o nada estimulantes. Su factura estética, por otra parte, es la propia de un telefilm, con un excesivo lastre literario en los diálogos, y de hecho hubiera encajado a la perfección en la serie de relatos bíblicos que se vienen haciendo para la pequeña pantalla, firmados muy a menudo por Roger Young.

Tampoco la figura de Joseph Fiennes, que incorpora al tribuno Clavio que es el eje de la trama, da la medida que exigía el personaje para que su «mensaje» llegase a buen puerto. Coproducción entre Estados Unidos y España, nuestro país ha aportado, por un lado y junto con Malta, los paisajes y los escenarios, especialmente de Almería, y por otro, algunos nombres en el reparto, todos en cometidos fugaces, incluida María Botto que intenta dar vida a María Magdalena. Con estas bases no muy estables, se abre paso a esta historia que presume de ser diferente a las que se han visto antes sobre los mismos sucesos.

El director Kevin Reynolds, autor de títulos nada despreciables, entre ellos Robin Hood, príncipe de los ladrones y Water- world , repara en efecto en que se observa a través del prisma de un hombre escéptico, un tribuno que ha sido elegido para que descubra el misterio que se esconde tras la desaparición de Jesús, considerado por los judíos como el Mesías que esperaban, y evite que se produzca una rebelión de masas en Jerusalén.

La postura oficial, que ampara un gobernador como Poncio Pilatos, es que los seguidores de Jesús han robado el cadáver después de su muerte en la cruz