El pasado 31 de octubre, a la edad de 39 años, y tras una larga enfermedad, nos dejaba el joven profesor molinense Hipólito Soriano Puche, descendiente de una arraigada familia local. Sus padres eran José Soriano López y Rosario Puche Mondéjar.

Nacido el 20 de abril de 1977, tenía tres hermanos: Aurora, Antonio y José. Su fatal desenlace causó una gran consternación en esta población, donde era muy querido y apreciado. En sus primeros años, Hipólito era un niño muy dócil y tranquilo. Inició sus estudios en el colegio Salzillo, único centro de su infancia, para pasar posteriormente al Instituto Vega del Thader, y de ahí a la Universidad de Murcia donde estudió cuatro años sacando la carrera de Filología Inglesa.

De inmediato se incorporó a la empresa privada aunque su meta era la docencia, fin para el que se había propuesto en sus estudios. Obviamente perfeccionó el inglés en Inglaterra durante algunos meses. Más tarde, él y su compañero Agustín López, profesor de matemáticas, montaron una academia en Molina de Segura que se ha mantenido durante más de cinco años. Paralelamente, impartió clases en el colegio El Taller durante dos cursos, y últimamente impartió clases en el Centro Claudio Galeno hasta que le detectaron la fatal enfermedad en enero de 2015. Enfermedad que llevó siempre con gran entereza, madurez, fuerza mental y energía positiva.

Hipólito, que se rodeó siempre de gente muy buena, era un hombre muy perfeccionista e íntegro. Tenía una relación magnífica con sus padres y hermanos, intentando hacer la vida fácil a los demás. Una persona cercana que te enganchaba, con dosis de humor, encantándole dar buenas noticias, alegrándote la vida. Como buen perfeccionista planificaba su actividad con todo detalle.

Tuvo muchas vivencias con sus amigos y sobrinos, a los que quería con locura. Así mismo, la relación con sus alumnos era algo especial poniéndose a su disposición incondicionalmente y volcándose con los que más le necesitaban.

Por otro lado, era amante del deporte, especialmente la gimnasia, que practicaba en el gimnasio de La Alcayna. Seguidor de la música, era un fan del grupo U2 y otros conjuntos musicales de la época. Sentía pasión por el mar disfrutando de las playas de la Higuerica y Mil Palmeras, donde se tomaba todo el tiempo del mundo para la lectura. Como tenía su horario cronometrado, Hipólito tenía tiempo para todo.

La iglesia de la Asunción se quedó pequeña para atender a la multitud de amigos, conocidos y alumnos acompañándole en su despedida final. El nuevo párroco, D. José León, glosó las virtudes de este joven profesor que tenía la perfección por bandera. Fue enterrado en la capilla familiar del camposanto molinense. El día 10 de noviembre se le ofreció otra misa en el mismo templo.

Descanse en paz tan ejemplar vecino.