Poco antes de interpretar la tocata y fuga, el expresidente Puigdemont quiso recibir un baño de masas en la ciudad en la que un día gobernó. Eligió el centro histórico para poder ser convenientemente vitoreado e, incluso, se hizo una simpática foto señalando el rótulo de la "plaza de la Independencia". Aquel gesto fue lo más cerca que ha estado nunca de tocar la independencia. Con muy buen criterio, el mismo que le llevó horas después a subirse a un avión y huir, eligió aquellas calles y no las del barrio de Vila-roja, el famoso sector este. Es dudoso que allí hubiese sido recibido con las mismas loas. A lo mejor le habrían tirado claveles desde alguna ventana, pero con el tiesto y todo, que en este sector la gente es muy ecologista y no arrancaría nunca una flor de la tierra que la ha visto crecer.

Lo que ha ocurrido a Vila-roja es que finalmente se han rebelado. A base de años haciendo sentirse a sus habitantes catalanes de segunda - excepto cuando se acercan elecciones -, al final se lo han creído y se han proclamado españoles. Con todas las letras. Aquí, en Girona, en el teórico feudo del independentismo. Lo han proclamado sin necesidad de manifestaciones multitudinarias ni de discursos de intelectuales o exministros de atril, y se lo hacen saber al visitante. "Si Cataluña se cree con la potestad de declararse independiente, Vila-roja también se puede proclamar española, ¿no?", razona un vecino.

Vila-roja es el pueblecito que se resiste a ser conquistado. En todo el barrio no debe quedar un solo rincón sin la bandera española colgada. Todas iguales, hecho que indica que no ha sido acto de una persona aislada. El barrio es una inmensa bandera española. "Fuimos a un chino a comprarlas. Con nuestro dinero, que aquí no recibimos subvenciones como los de Òmnium y la ANC", explica otro.

A la vista de la cantidad de balcones engalanados con la rojigualda, el chino, fuese quien fuese, ya se debe haber retirado a Shanghai a vivir de las rentas lo que le queda de vida. Y a explicar que en un sitio llamado Cataluña le tocó la Lotería.

Dejando de lado los balcones, los visitantes de Vila-roja - bien pocos, ya que el barrio queda fuera de los circuitos turísticos, así como de las preferencias de los gironeses de toda la vida, buena parte de los cuales no lo han pisado nunca, y lo más cerca que estarán será cuando hayan muerto, ya que el tanatorio está al lado - son recibidos con una gran bandera española que atraviesa de lado a lado lo que se puede considerar su calle principal. 'Bienvenido a España', se lee, puede ser haciendo referencia al hecho de que muchos otros barrios de la ciudad se consideran fuera. Más arriba, otra bandera española con la leyenda 'Vilaroja es España'. A partir de aquí, cada vecino muestra como quiere su españolidad. Esto, en un barrio tan?¿anarquista? significa que cada uno hace lo que le da la gana. Muchos, muchísimos vecinos, cuelgan de sus ventanas y balcones banderas españolas - alguna con el águila, pero muy excepcionalmente-,en una proporción que es dudoso que supere ni a los barrios más españolistas de Madrid o Valladolid. Después, ya todo corre a cargo de la imaginación de cada uno. A parte de las pintadas de 'Viva España' que proliferan por todos sitios - no, la imaginación no es un trazo característico de la zona - se observan banderas españolas de grandes dimensiones pintadas en persianas metálicas, muros y paredes. Incluso las señales de tráfico, siguiendo las enseñanzas del arte callejero que realiza Clet Abraham en las calles de Florencia, si bien con un poco menos de ingenio y, digámoslo claro, discreción: simplemente pintando de amarillo la franja blanca de la señal de dirección prohibida para convertirla en una bandera española. Una más en Vila-roja. Ni una sola 'senyera'. Ni una. No digamos ya 'estelades'.

El viajero que llega a este barrio de trabajadores e hijos de la inmigración, hará bien en aprovechar la visita para entrar al Bar Cuellar, auténtico centro social, cívico, deportivo y religioso - no son pocos los funerales que acaban aquí, ya he citado la proximidad del tanatorio - del barrio. Entre cañas y tapas, los parroquianos explican algunas historias no aptas para reproducir en un diario, como por ejemplo de qué manera acabó un grupo de independentistas - ¿ignorantes?, ¿inconscientes?, ¿suicidas? - que fueron hace pocos días a hacer una cacerolada nocturna. No entraré en detalles, pero, por lo que se explica en el barrio, tardarán en volver.

Antes de volver al centro de Girona, una chica con una pulsera de la bandera española me pregunta - a mí - qué pretende el Govern enfrentando a los catalanes. Suena un móvil en la mesa de al lado. El politono es el himno de España.