Cuantas cosas sabe usted, señor Chesterton, le dijo una señora un día por la calle al afamado escritor. "Se equivoca, yo no sé nada, soy un periodista", contestó.

Ya no estamos en la Inglaterra de comienzos del siglo XX y sí en la España del XXI. En ella faltan Chestertones, contestaciones modestas y tal vez escritos breves, jocosos y agudos -no siempre sobre asuntos trascendentales- como los que la editorial Acantilado ha recopilado en un sugestivo volumen y que Chesterton fue publicando en la prensa entre libro y libro de las aventuras del padre Brown. El padre Brown cogería un agobio importante si viviera en Cataluña y en lugar de emplear su proverbial método instintivo (no de deductivo, como su coetáneo Sherlock Holmes) para resolver casos habría perdido el seso y la paciencia no llegando a comprender cómo se ha precipitado este estado de cosas.

Al menos hay una suerte de tregua que unos llaman acojone y otros tactismo: Puigdemont ha declarado la independencia pero la deja en suspenso. Pide diálogo. No cambia de disco. Su melodía es el sí o sí. Insiste. Pero frena. Independencia a futuro o en diferido, independencia pero menos, al fin un gestito mínimo de desafío a la CUP. Que considera esto una independencia de la señorita Pepis. Parece que el president le tiene aprecio al hecho de dormir en su cama y ha rechazado que lo lleven a la cárcel por sedición. El goteo de empresas que se largan no cesa. Ya es reguero, más que goteo. Con todo, este es el golpe de Estado más a cámara lenta que se conoce. Muy poco a poco, y aunque sea con renuncias. Paso a paso desde hace meses. Camino de la más vulgarota ilegalidad. Volveremos a contar manifestantes. La oposición prefiere, ayer lo pidió, que se cuenten votos en las urnas de unas elecciones autonómicas. El independentismo coquetea con la idea de boicotearlas. Pero dudan y discuten y hasta las cámaras de televisión los caza en diatribas de patio en las que perece que están polemizando por un penalty y lo que están es jugando con el futuro de una generación. Duda el independentismo. No saben. Parecen periodistas. No saben qué hacer.

Podrían leer a Chesterton, que además era experto en paradojas, esto lo es, una inmensa paradoja. Y es además un caso digno de un gran detective, que investigara quiénes y por qué son culpables de ese crimen punible y universal que es hacer el ridículo ante el mundo.