Raquel Rull, una educadora de Ripoll que conocía a muchos de los integrantes de la célula terrorista difundió ayer un escrito en las redes sociales que rápidamente se viralizó.

Estas son sus palabras:

"Quiero explicar cosas que no saldrán en los periódicos ni en la tele. Necesito gritarlo a los cuatro vientos, porque mi corazón está muy triste, mucho.

Nunca había tenido un sentimiento tan fuerte como este, porque no es racional, no viene de algo que ves que tiene que pasar o que forma parte de la vida. Viene de otro sitio que no soy capaz ni de describir.

Estos niños eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll. Como aquel que puedes ver jugar a la plaza, o lo que carga una mochila enorme de libros, el que te saluda y te dejar pasar ante la cola del supermercado, el que se pone nervioso cuando le sonríe una chica.

Me duelen las chispas que encienden el odio en las redes, en la calle, en el pueblo donde vivo, los periódicos ... Donde se muestra la ignorancia, el rencor, la indiferencia, el no respeto hacia el prójimo, los tópicos, las fronteras, el girar la cabeza hacia el otro lado, el no saber ponerse en la piel del otro .

Y esto se repite siglo detrás siglo, año tras año. ¿Que estamos haciendo mal? Debemos detener esto. Debemos hacer algo. Y yo que creía que lo estaba haciendo bien, que había contribuido con mi granito de arena ....

Es cierto que nunca lo había vivido en primera persona y esto ha hecho que haya cambiado el punto de vista. Y además ahora lo veo desde el otro lado y estoy destrozada.

Las cosas que pasan en la tele o en la otra punta del mundo, son cosas que se acaban diluyendo y olvidando, y no se sabe lo que es cierto, o real. Y terminaba ganando la ira, la rabia e incluso acabamos aclamando «el ojo por ojo, diente por diente» para castigar estos actos.

Me duele ver el mosaico de Miró manchado de sangre. Me duele ver que es en mi ciudad. Me duele pensar que podría haber conocidos y familiares en Las Ramblas donde he dejado más de un par de suelas caminando por ella. Me duele que hayan sido ellos ...

No puedo contener las lágrimas. Es más no he podido dejar de llorar desde el primer día y sé que nunca podré dejar de hacerlo. Estoy destrozada, rota por dentro.

Sé que estos días la balanza y el apoyo se decanta hacia las víctimas, hacia los hijos perdidos, las familias destrozadas, la ciudad de duelo.

Pero permitidme contaros y enseñaros la otra cara de la moneda, la que no sale en los periódicos, la que no llora en público, la que en silencio se tapa las lágrimas porque parece que esté mal visto llorar por ellos.

Me habéis permitir enseñaros cómo eran ellos o al menos los niños que conocí yo. He trabajado casi toda mi vida, ahora ya tengo 41, en el mundo social, a pie de calle, en las trincheras como decimos nosotros. Nada más aterrizar en Ripoll, empecé a trabajar con un grupo jóvenes, pero había niños casi de todas las edades, unos cuidaban de los otros.

El más pequeño tenía unos 8 años y venía siempre de la mano de su hermano. Un hermano educado, tímido, amable, buen estudiante tranquilo en la escuela nunca se metía en líos. Un niño que siempre me ofrecía bolsas de quicos o alguna golosina que se compraba con el poco dinero que tenía.

Había dos hermanos siempre se peleaban. El más grande se ponía rojo cuando entraba aquella niña que le gustaba, aunque nunca le llegó a decir nada.

Al cabo de un tiempo llegaron más jóvenes del Nador, muchos aprendieron sus primeras palabras y porque no decirlo insultos entre raquetada de ping pong. Yo también aprendí algunos en su lengua. Y como no después venían los hermanos, las nuevas generaciones. Los traviesos, los de los ojos vivos y la sonrisa en la boca.

Todos íbamos creciendo y pasando etapas ¡no sufrimos con la adolescencia madre mía! Entre grandes, espinillas, testosterona, y sueños por cumplir. Todavía recuerdo las largas charlas en el despacho. Raquel necesito hablar contigo ... y allí hacíamos nuestras tertulias y hablábamos del futuro.

Piloto, maestro, médico, colaborador de una ONG. ¿Como se ha podido esfumar esto? ¿Que os ha pasado? ¿En qué momento ...? ¡Que estamos haciendo para que pase estas cosas! Erais tan jóvenes, tan llenos de vida, teníais todo una vida por delante ... y mil sueños por cumplir.

Ya no podré volver a decir que guapos está, o ¿ya tienes novia? O, "madre mía como has crecido". No podré ver a sus hijos, como lo hago con los demás. No os podré abrazar ... Me duele tanto. No me lo puedo terminar de creer.

Esto no debe quedar con una historia más, tenemos que aprender que debemos hacer un mundo mejor. Practicando con el ejemplo, educando en la no violencia, transmiten el no odio, la igualdad. Educando en las escuelas, en los espacios abiertos, en las familias, a nuestros hijos ...

Se me quedan muchas cosas dentro y muchas instantáneas que nunca olvidaré.

Said, Moha, Moussa, Youssef, Omar ... Younes ... Y ahora Houssin ... (es una pesadilla la lista cada vez es más larga)

¿Como puede ser Younes ...? Me tiemblan los dedos, no he visto a nadie tan responsable como tú ...

Los actos que ha cometido no tienen explicación y no son lícitas ... la guerra, la ira, el odio no llevan a ninguna parte. Nunca en nombre de nadie. Ni para nadie. Ni dioses, ni banderas, ni religión ...

Sólo puedo decir que tengo el corazón roto ...

Reflexión de una educadora social de Ripoll".