El paro con los recortes al Estado de Bienestar y la corrupción protagonizaron ayer el inédito debate que enfrentó en TVG a cinco de los candidatos a presidir la Xunta tras las elecciones autonómicas del día 25, donde el aspirante a la reelección, Alberto Núñez Feijóo, recibió un ataque en bloque a su gestión pública y las corruptelas vinculadas al PP por parte no solo de la izquierda de Xoaquín Fernández Leiceaga (PSdeG), Luís Villares (En Marea) y Ana Pontón (BNG), sino también de Cristina Losada (Ciudadanos). A pesar de ello, esta dio por segura la victoria de los populares y garantizó su apoyo a Feijóo si este no logra la mayoría absoluta. La izquierda también fue clara y se comprometió a sellar una alternativa si suman al menos 38 escaños, aunque sin entrar en detalles, y evitó el enfrentamiento entre ellos. Feijóo prometió "ser mejor presidente" de lo que fue.

El desempleo permitió a los contendientes entrar en una batalla de cifras. Feijóo reconoció que los 193.045 parados actuales "son demasiados", pero defendió una gestión que permitió contar con "85.000 menos que en 2009", salvaguardar la "autonomía" de las finanzas públicas mientras otras comunidades fueron rescatadas y dependen del Gobierno central, y la recuperación del naval, con 2.300 millones de carga de trabajo, o los proyectos hasta 2026 que posee PSA-Citröen. Fiel a su estilo acusó de mala gestión a Zapatero y al bipartito.

Leiceaga le reprochó haber dejado 150.000 trabajadores menos, coincidiendo con Villares y Pontón en denunciar la emigración juvenil. Y también lanzó propuestas el socialista, como un plan de empleo juvenil para contratar 10.000 jóvenes al año. Por su parte, Villares abogó por una economía "al servicio de la gente" con un Igape que sirviese de motor económico. mientras Pontón reprochó la herencia de 10.000 millones de euros de deuda pública en la Xunta, por debajo de la media estatal, pero casi el triple que en 2009, cuando la crisis generó un problema de financiación en las instituciones.

En materia económica la desaparición de las cajas fue también citada, reprochando Leiceaga, Villares y Pontón a Feijóo la venta de la entidad tras haber asegurado el Ejecutivo que la fusión de Caixanova y Caixa Galicia era viable. El presidente de la Xunta replicó que la venta final a un grupo venezolano había sido el mal menor. "Recibí las cajas quebradas", acusó al bipartito.

Las políticas sociales siguieron ese guión, con cuatro aspirantes censurando la gestión de Feijóo. La izquierda coincidió ahí en su promesa de rescatar el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Ahí el candidato popular reivindicó la construcción de centros de salud y hospitales mientras en otras autonomías no se podía pagar la farmacia hospitalaria y limitó a 106 las bajas en el personal sanitario frente a recorte de 2.500 trabajadores que le afeó Leiceaga. En este asunto, Feijóo recibió dos golpes que no devolvió. Pontón esgrimió el informe de una persona dependiente que recibía 10 euros mensuales de ayuda y Leiceaga el de otro que recibió tras una década la autorización de su ayuda cuando había fallecido.

El combate estaba estructurado en cinco bloques temáticos, pero fue el relacionado con la regeneración democrática el que mayor tensión acumuló. Ahí se vivió el momento clave, cuando Feijóo, que defendió su balance tras gestionar la Xunta en los peores años de la crisis, desveló que En Marea y el PSdeG no habían aceptado abordar los pactos postelectorales, asunto que logró introducir en el momento en que más acosado estaba. Le cayeron alusiones a la imputación del PP estatal como partido por corrupción o al caso Baltar, investigado por ofrecer supuestamente un puesto de trabajo a cambio de sexo.

El presidente de la Xunta trató de zafarse fiel a su estilo en las sesiones de control: al ataque. "Siento decirlo, pero usted está aquí por la corrupción del PSOE", espetó en alusión a las "10 imputaciones" del exsecretario xeral de los socialistas gallegos, José Ramón Gómez Besteiro. "Todos tenemos mucho que aprender", indicó tras alegar que todas las formaciones cuentan con casos de ese tipo y asegurando que será "contundente" con sus compañeros de siglas en futuros casos.

Ana Pontón fue la única que aludió directamente a las fotos del líder popular con el entonces contrabandista Marcial Dorado. La corrupción fue el asunto en que Villares se presentó más incisivo, reprochándole las dimisiones de dos alcaldes del PP en Santiago por sus condenas judiciales o el pago de la sede del PP estatal "en dinero negro". Feijóo le replicó presentándole como un candidato puesto "a dedo" por los alcaldes de la Marea y le recordó una denuncia ante la Junta Electoral de una parte de Podemos a su candidatura.

El debate era una prueba de fuego para Villares y, en menos medida, para Cristina Losada. El primero reconoce su déficit de conocimiento entre la población y su fuerza aspira a disputarle al PSdeG la condición de líder de una alternativa. En ambos casos, la vieja política demostró que la experiencia es un grado y transmitió más aplomo y capacidad de improvisación frente a un Villares que leyó en exceso sus notas y a una Losada, que abandonó el gallego tras su primera intervención. El resto lo hizo en castellano. Ese hecho no pasó desapercibido para Feijóo, que ha decidido no dar aire a la formación que podría ser su socio. "Eso de que aquí podamos hablar castellano porque viene Ciudadanos, no", le dedicó tras las críticas de la izquierda a la ruptura del consenso lingüístico al PP.

El pulso entre las fuerzas de centro derecha fue mínimo e incluso Losada ciñó el debate a cuánto apoyo tendra Feijóo. "No es difícl prever que va a ganar las elecciones. Elegimos si va gobernar con mayoría absoluta y hacer lo que le dé la gana, o hacerlo como en Madrid, donde Ciudadanos fiscaliza [al PP]", resumió. Solo pugnaron cuando Losada le reprochó ocultar las siglas del PP en su cartelería y el presidente de la Xunta le replicó con que en los de Ciudadanos solo aparece Albert Rivera, líder del partido naranja.

El modelo institucional apenas dejó en el debate pequeños apuntes solapados por un asunto central entre un Feijóo que pidió una oportunidad para acabar sus proyectos en marcha y una oposición que exige paso a la izquierda.