Podría decirse que Diego Vera mantuvo una aspiración desde el comienzo de su existencia: ser periodista. Siendo un chaval soñaba ya con escribir algún día en aquellos periódicos murcianos de los años 60 que él leía en casa de su tío o en la barbería de su barrio. Su única opción para conseguirlo, según él entendía, era la de enviar cartas al director. Sobre el tema que fuera. El caso era lograr ver publicado su escrito.

CIEN PESETAS PARA PACOEL DE LA BOMBA

Hasta tal punto llegaron sus ansias de relacionarse con los periódicos, que protagonizó un suceso curioso: el diario Línea había abierto una suscripción popular para comprar un barco nuevo a Francisco Simó Orts (después conocido por Paco el de la Bomba), que vio caer y ayudó a localizar dónde había caído la bomba de Palomares. La cuestación pretendía conseguir reponer su barco, que había quedado inservible. Corría el año 1966. Diego estaba a punto de cumplir 18 años. Y se presentó el primero en la antigua redacción del diario Línea, en Jara Carrillo, con un billete de cien pesetas sacado de sus ahorros. El gesto no cayó en saco roto, ya que al día siguiente aparecía una entrevista con él en un escrito que incluía su foto en portada.

DIEGO EN LOS TRIBUNALES

Y Diego se atrevió a hacerle llegar al director de aquel diario una solicitud de colaboración. Inmediatamente fue admitido en el periódico, encargándole uno de los temas que ha venido desarrollando ininterrumpidamente desde 1966: los tribunales. Diego se convertiría en alguien tan asiduo en el Palacio de la Justicia como Temis, la dama de la Justicia que preside la audiencia con una balanza en una mano y una espada en la otra.

En el año 1972, Diego tuvo conocimiento de que en la Universidad Complutense había comenzado la carrera de su vocación, Ciencias de la Información, por lo que se matriculó en ella al año siguiente, siendo, pues, titulado de la segunda promoción de estos estudios en España.

Pronto pasó a ocupar plaza de redactor en Línea, y más tarde de redactor jefe, hasta su cierre definitivo en 1983, acabando la vida de esta publicación, con él como director en funciones. Durante esos diez años, Diego hizo de todo en el periódico: entrevistas, reportajes, obituarios, crónicas de sociedad? Y en todo ponía el tino, el rigor y la precisión que han caracterizado siempre sus escritos.

FUNDADOR DEL PRIMER GABINETE DE PRENSA DE LA UMU

Tras el cierre de Línea, fue jefe del Gabinete de prensa del delegado del Gobierno socialista de aquel momento: Eduardo Ferrera Kétterer, y un año después fue José Antonio Cobacho, entonces secretario general de la Universidad de Murcia, quien le ofreció encargarse del primer gabinete de prensa que iba a tener la institución.

Y aceptó. Con él, con su trabajo, con sus dosieres, sus recortes de prensa y sus escritos, llega realmente la prensa a la Universidad de Murcia. Comenzó entonces a gestarse el archivo de prensa que la UMU nunca había tenido. Y el centro comenzó a tener memoria escrita de todo lo acontecido desde entonces.

Y en la UMU ha permanecido Diego desde entonces. 34 años. Y ha debido ser feliz en la casa, porque siempre ha rechazado las propuestas de entrar en diversos medios de comunicación, tanto en Madrid, como en Murcia, entre ellas, la de director adjunto del diario LA OPINIÓN cuando se puso en marcha, en 1988.

Fue el puro rigor informativo lo que le llevó a hacer hasta cuatro carreras más: Derecho, Geografía e Historia, Historia del Arte, y, por último, Ciencias Políticas y de la Administración, «pero todas las hice como ampliación de Periodismo», según manifiesta.

PRUDENCIA EN LOS ESCRITOS

Ha sido su enorme bagaje en el mundo de los juicios el que le ha hecho tener la certeza de que la verdad no se sitúa claramente en un lado u otro. «El presenciar miles de juicios me ha hecho recapacitar sobre el hecho de que no se puede determinar nunca a priori dónde está la verdad, por lo que hemos de ser muy prudentes en nuestros juicios y en nuestros escritos, ser respetuosos con la gente e intentar no hacer daño a nadie», dice.

Comenta Diego lo difícil que es el puesto de jefe de prensa, cuya labor y esfuerzo están continuamente en el ojo del huracán, y lo poco entendible que es que algunas noticias, consideradas de enorme interés salgan poco en los papeles. «A veces no se comprende que los intereses de la prensa general van por un lado y los de la comunicación universitaria por otro», señala. «Recuerdo que un año, la noticia con mayor número de impactos fue la muerte del perrito de Letras», añade. ¿Cómo se explica esto a un investigador que ha montado un congreso internacional al que los medios dan menos acogida que a casos como los expuestos?. Diego deja un legado de valor incalculable para la UMU: medio millar de archivadores repletos con centenares de miles de recortes periodísticos, acumulados y clasificados durante siete lustros. Pero todos esos escritos, no habrían servido de mucho, nos comenta, «si no hubiera tenido el altavoz de los medios. Todos ellos se han portado fantásticamente, han sido muy generosos, y he tenido una relación estupenda con todos». «El periodismo me tendría que haber gustado un poco menos, pero a estas alturas ya no creo que cambie», dice.