En la madrugada de ayer nos dejaba don Adrián, a sus noventa y cinco años, veinticuatro horas después de que lo hiciera su esposa, doña Rosario Manzanares, los padres de mi querido amigo y compañero Miguel Massotti y de su hermano, Adrián.

Hace poco más de un año perdíamos también a Nacho, el tercero de una familia apreciada por todos, historia viva de Murcia. La bonhomía ejemplar de don Adrián fue muy conocida en esta ciudad; por su propia personalidad, por su excelente humor, y porque perteneció a un legado ilustre familiar vinculado, sobre todo, a la música.

Conservatorio y rótulos de nuestras calles recuerdan a su padre y hermano. También por ello, durante décadas, fue comerciante en la calle de la Sociedad, donde en su establecimiento ‘Ritmo’ se distinguió por su especialidad.

Exhibió durante toda su vida un elocuente y alto grado de don de gentes, amigo de sus amigos y notabilísima murcianía. Sus orígenes están relacionados con la llegada a Murcia del ferrocarril y del primer tranvía de la ciudad; desde entonces el apellido se hizo orgullo de su tierra y la nuestra, multiplicando la popularidad de toda una saga.

De su puño y letra se conserva el testimonio de su pasión e inquebrantable fe religiosa; de su larguísimo historial de una vida generosa. Fue fundador de la Hermandad del Cristo del Rescate, y del Grupo de Nuestra Señora de la Esperanza de la misma, en cuya dirección sirvió durante veinticinco años; otros tantos como Hermano Mayor.

Fue portador y Caballero del Trono de la Virgen de la Fuensanta hasta donde le aguantaron sus fuerzas. De la Cofradía de Jesús fue portador y mayordomo del Trono de San Juan durante cincuenta y seis años. Ejerció de Mayordomo Honorario de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza, del Cristo del Perdón, del Cristo del Refugio, del Cristo de la Misericordia y del Cristo del Sepulcro. Su notable dedicación y nazarenía le hicieron merecedor de la primera Insignia de Oro del Cabildo Superior de Cofradías de Murcia; fundador y mantenedor de los Vía Crucis. Nazareno del Año 2011.

También gracias a su gestión y mecenazgo se restauró el Arco de la Aurora de la capital, cuya decadencia vio peligrar su existencia en el trazado urbano.

En su historial juvenil y personal hay otras facetas entre las que destacaría ser campeón de España de hockey sobre hierba, que practicaba en La Condomina, y por un título que no está exento de honor: Socio Número Uno del Club Real Murcia, motivo de sus frecuentes disgustos. El mundo del Comercio y la Industria también le consideró con el Premio Mercurio en el año 1990.

Cercano, afable, de carácter abierto, de singular elegancia, repartió afectos en todos los ámbitos de su vida; como llegó a tiempo, en su larga vida, de disfrutar de toda la consideración de sus conciudadanos y amigos.

Hoy le perdemos de forma resignada, abrazándonos con él en la esperanza, que fue parte de su ejemplo y legado.