Más de cuatro decenas de agentes de la Policía Local velaron la madrugada de Nochebuena a Navidad para garantizar que la ciudad de Murcia y sus pedanías vivían una noche de paz. Aunque se dan imprevistos que no se pueden controlar, los vecinos pueden tener claro que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no dejan al municipio a su suerte.

LA OPINIÓN acompañó a una patrulla (en concreto, a una del Grupo de Seguridad Ciudadana) en todo el turno del 24 al 25 de diciembre, hasta las seis de la mañana. La mayoría de los avisos, por ruidos de fiestas y quejas por los petardos. Aunque también hubo una alarma por una posible violencia de género en Cabezo de Torres y un aparatoso incendio en Aljucer del que salió malherida una señora mayor.

Murcia, desde el prisma de los municipales, se divide en cuatro zonas o sectores de trabajo. La primera, la zona centro. La dos, de la Circular a Ronda de Levante, más o menos hasta Zarandona. La tercera, Ronda Norte, San Antón, San Basilio y Santa María de Gracia. La cuarta, por último, contemplaría el Infante, El Carmen, Ronda Sur y las vías.

Precisamente en las vías hay parada a primera hora del turno. El cura Joaquín, el sacerdote más comprometido con el soterramiento, celebraba Misa de Gallo en el paso a nivel de Santiago El Mayor. Unas 300 personas asistieron a la Eucaristía, que transcurrió con normalidad y en un clima de vecindad y alegría.

Salieron de Nochebuena a Navidad en la capital nueve patrullas en pedanías, cinco coches de la Local en la ciudad, dos equipos de atestados y una unidad de paisano.

La noche es trepidante y nadie baja la guardia. Sobre las doce y veinte de la noche, un aviso. Alguien está tirando petardos en el Paseo Florencia, le han llamado la atención desde un piso y se han liado a insultos. Otro agente, mientras, pregunta por radio si hay plazas en Jesús Abandonado para albergar a un hombre al que ha encontrado pernoctando en la calle. Alarma en Puente Tocinos. Una señora de 65 años que padece del corazón, explica su familia, no abre la puerta de casa. Queda en un susto: la mujer está bien.

La colaboración entre los municipales y sus compañeros de la Policía Nacional es patente. Algunos son amigos. La Local para a reforzar un servicio que miembros del otro Cuerpo han empezado en Atalayas: paran a un coche que iba muy rápido y ponía en riesgo a otros conductores. Tres ocupantes. Limpios. El conductor no da positivo en alcohol. Pueden marcharse, pero con el aviso de que vayan más despacio.

Alerta preocupante. En un piso de Aljucer, un joven ha cogido un cuchillo y está amenazando a su familia, que celebra junta la noche. Se queda en nada: los agentes se personan rápidamente en la casa, pero la riña no ha sido tal. Hay reconciliación y noche de amor, y nadie quiere denunciar el hecho.

Hogueras, carpas y alegres cánticos para celebrar el nacimiento del Niño Jesús. Es lo que familias y amigos de etnia gitana han montado en la calle Palomarico (en San Andrés) y en La Paz. Varios vecinos, molestos porque la fiesta sigue de madrugada, llaman al 092. Los agentes se personan en cada jolgorio e instan a los celebrantes a que quiten la música, aunque les indican amablemente que pueden seguir la fiesta sin molestar a quienes descansan. Pero que, por favor, sin cantos.

«Pero cantar, van a cantar, para que te voy a mentir. Estamos en fiestas. Cantar se tiene que cantar», trataba de explicar un joven a un policía en la barriada de La Paz.

Al poco de terminar el servicio, aviso en las tascas. Hay un varón armado con una navaja amenazando a las personas por los garitos de la calle Enrique Villar. Cuando la Policía llega al sitio, se encuentra con otro suceso: hay dos chicos con sangre en las manos. Uno, el portero de un pub. El otro, un cliente. Según apuntan implicados y testigos, la sangre es por los cortes que tienen en las manos, cuando protagonizaron un rifirrafe por una copa que el cliente cogió y el portero afirmó que no era suya. El vaso de cristal acabó rompiéndose e hirió a ambos. Aunque el portero se llevó la peor parte. «Lleva el tendón tocado», aseguraba un testigo, sanitario de profesión. Los agentes de la Policía los trasladaron en el coche al hospital de La Vega, para que recibiese atención sanitaria. Otros municipales se ocuparon del cliente: iba indocumentado.