El clima tropical, los arrecifes de coral y las plantaciones de azúcar de caña han dado paso a las marineras en la plaza de las Flores, las visitas al Teatro Romano de Cartagena y el mojarse los pies en el Mar Menor. Más de 8.000 kilómetros son los que separan isla Reunión (departamento francés situado en el océano Índico al este de Madagascar) y la ciudad de Murcia, hasta la que han viajado un grupo de diez jóvenes de entre 16 y 18 años que están participando en un programa de inmersión lingüística.

Los chicos vienen acompañados de tres monitores: Pascal Baudin, Sabrina Nododus y Lise May. Ellos hicieron una viaje de 'aproximación' para conocer sobre el terreno las posibilidades que ofrecía Murcia y así orientarles en esta aventura. Desde aquí, quienes están detrás del proyecto son los responsables del Instituto Hispánico de Murcia, que se encargan de organizar viaje, alojamiento, clases, prácticas y actividades, según explica el director gerente del centro, Felipe Espada.

Pero estos jóvenes estudiantes no han venido de vacaciones sino que trabajan haciendo prácticas en varias empresas como Intersport, el Centro Regional de Artesanía, agencias de viajes o centros de estética, «una forma de que practiquen el idioma, ya que la mejor manera de aprender es practicando», recuerda Espada. Por eso, además de estas prácticas realizan talleres y cursos con los que seguir intercambiando experiencias en español a la vez que conocen la cultura española y la murciana, talleres que pasan, por ejemplo, por aprender a hacer una paella o un zarangollo, cursos de flamenco, salsa, golf o submarinismo, entre otros.

Pascal reconoce que la primera semana es complicada y se hace cuesta arriba, ya que el nivel de idioma que tienen los chicos de Reunión es muy básico. Ellos hablan francés, aunque en sus institutos tienen el inglés como primera lengua y el español como segunda. «Poco a poco se van soltando y el cambio de la primera a la cuarta semana de intercambio es brutal», afirma.

Pascal, Sabrina y Lise se alojan durante el mes de inmersión en un hotel, pero los estudiantes deben adaptarse, entre otras muchas cosas, a vivir con una familia española. En este caso es el propio Instituto Hispánico el que selecciona a las familias, dando prioridad a aquellas que tienen menos recursos, ya que se les paga por acoger a los jóvenes debido a los gastos que pueden generar en el hogar. Además, se tiene en cuenta que la vivienda no esté a una distancia mayor a 25 minutos caminando del centro y que sólo se aloje un estudiante por casa, «ya que si entraran dos hablarían entre ellos en su idioma materno y no se esforzarían en conocer otra lengua».

Una pequeña ONU

El Instituto Hispánico viene haciendo este tipo de inmersión lingüística desde el año 2000 y gracias a ella han pasado por Murcia grupos procedentes de medio mundo, algo que queda reflejado en la recepción del propio local, donde tienen detalles de países tan diferentes como Jamaica, Ruanda, Nueva Zelanda, EEUU o Hawái. Sin embargo, hay ocasiones en las que el choque cultural resulta complicado, como reconoce el propio responsable, quien recuerda a un grupo de Bombay que vino el pasado mes de diciembre y que llevaba una dieta muy estricta, ya que no comían carne, ni pescado, ni lácteos. «Las familias de acogida estaban preocupadas porque no sabían muy bien cómo hacer frente a esta situación, así que tuvimos que hacer un libro de recetas para que les sirviera como guía», indica el director, quien asegura que «somos embajadores de Murcia en todo el mundo».